Las elecciones presidenciales de octubre en Brasil. La candidatura de Luiz Inácio Lula da Silva

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Alejandro Torres Rivera*

“Durante su mandato (NT: de Lula), la pobreza extrema en Brasil tuvo una reducción significativa. Se estima esta reducción en 30 millones de seres humanos. Estos esfuerzos estuvieron, además, acompañados de importantes programas de asistencia social, donde, por ejemplo, en la llamada “Bolsa Familia”, se beneficiaron cerca de 52 millones de personas, lo que equivale al 27% de la población brasileña.”


Entre los días 7 al 13 de septiembre, el Tribunal Supremo Federal de Brasil entenderá en un recurso de libertad provisional radicado por los abogados del candidato presidencial por el Partido de los Trabajadores de Brasil para las próximas elecciones presidenciales, Luiz Inácio Lula da Silva. “Lula” como se le llama en Brasil, se encuentra en prisión desde el 7 de abril de 2018 luego de que dos días antes, las autoridades judiciales le denegaran una solicitud de “habeas corpus” radicada por sus abogados luego de ser condenado a 12 años y un mes. Entonces a Lula se le imputó el delito de corrupción y lavado de dinero, ello vinculado con presuntamente haber recibido de parte de la constructora OAS un apartamento localizado en un balneario de Sao Paulo.

De origen humilde, Lula accedió en la década de 1980 a la dirección del sindicato de obreros metalúrgicos de Brasil. Fue un militante político en la lucha contra la Dictadura en Brasil que duró entre 1964 y 1985, donde también se destacó en esta lucha su compañera de partido y posterior presidenta, Dilma Rousseff. Lula aspiró a la presidencia de Brasil en varias ocasiones, a saber, las elecciones de 1989, 1994 y 1998. No fue, sin embargo, hasta las elecciones de 27 de octubre de 2002, que finalmente obtuvo el poder al ganar las elecciones de este año como candidato del Partido de los Trabajadores de Brasil y en unión a otras organizaciones que también le respaldaron, como el Partido Comunista de Brasil. Como presidente a partir del 1 de enero de 2003, Lula dirigió los destinos de su país por espacio de ocho años. Entre los logros económicos de su presidencia pueden señalarse haber triplicado el PIB per cápita y dimensionar su país a una de las principales economías emergentes a escala global como parte del denominado BRICS, que incluye Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica. De hecho, se estima que para finales del año 2011 Brasil ocupaba el puesto número ocho a escala global.

Durante su mandato, la pobreza extrema en Brasil tuvo una reducción significativa. Se estima esta reducción en 30 millones de seres humanos. Estos esfuerzos estuvieron, además, acompañados de importantes programas de asistencia social, donde, por ejemplo, en la llamada “Bolsa Familia”, se beneficiaron cerca de 52 millones de personas, lo que equivale al 27% de la población brasileña. Durante su mandato se amplió el acceso de la población a la educación, a la vivienda y la salud. En su rol como presidente, contribuyó en forma significativa junto a los presidentes de Bolivia, Ecuador y la República Bolivariana de Venezuela, a la conformación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y más adelante, junto a otros importantes dirigentes latinoamericanos y caribeños, en el proceso de construcción de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Durante su mandato, Brasil amplió, además, su presencia internacional desarrollando importantes acuerdos con la República Islámica de Irán, así como su rol en la defensa del medio ambiente y su oposición a políticas desarrollistas promotoras del cambio climático.

Durante su primer mandato, Lula ganó ampliamente las elecciones de 2006 que le llevan a la reelección como presidente obteniendo el 48.61% de los votos en la primera vuelta y luego, en segunda vuelta, el 60.82%, acumulando alrededor de 52 millones de votos a su favor.

Las imputaciones a Lula comienzan a destaparse nuevamente a escala global a raíz de lo que se ha llamado el “escándalo de Petrobras”, ello en referencia a la compañía brasileña de petróleo. El 4 de marzo de 2018, mientras ocupaba la presidencia Dilma Rousseff, su residencia fue allanada, Se le imputó entonces haber recibido sobornos o pagos indebidos por $8 millones. En lo que para muchos fue una movida política dirigida a dotarlo de inmunidad, la presidenta Rousseff le designó el 16 de marzo a un cargo conocido como Ministro de la Casa Civil (lo que equivale a un cargo de Primer Ministro). Sin embargo, al día siguiente un magistrado le despojó del cargo, imputándole de paso a la presidenta Rousseff que con su actuación había cometido un delito que le despojaba de la inmunidad como presidenta y abría el camino hacia un residenciamiento (“impeachment”) por parte del Congreso brasileño. Aunque posteriormente el nombramiento fue restituido a Lula, las propias complicaciones de la presidenta Rousseff con el Congreso; las luchas internas entre figuras de la derecha brasileña y la propia presidenta Rousseff, así como la agenda dirigida a interferir con Lula y su probable candidatura de cara a las elecciones presidenciales de 2018, continuaron adelante.

A pesar de encontrarse en prisión, el Partido de los Trabajadores del Brasil decidió continuar impulsando la candidatura de Lula a la presidencia en estas elecciones. De hecho, a pesar de su realidad como prisionero, las encuestas colocan a Lula con la simpatía del 40% del electorado, lo que al momento es más del doble de la simpatía del electorado por la candidatura del ultraderechista Jair Messias Bolsonaro. Este candidato, ex capitán de las Fuerzas Armadas de Brasil en una división de paracaidistas tiene mucho de parecido en cuanto a conducta y declaraciones públicas al actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Bolsonaro se vanagloria de que se le señale como elemento ultraderechista, y ciertamente, cada vez que puede, da base para que así se le considere. Bolsonaro ha indicado, por ejemplo, en referencia a la Dictadura de Augusto Pinochet, que éste debió matar más gente. Uno de sus ídolos, es Alberto Fujimori, y no ha vacilado al indicar que el primer paso que daría de ganar la presidencia, podría ser disolver el Congreso, tal cual Fujimori hizo en Perú, y dar un golpe desde el primer día.

Bolsonaro ha hecho expresiones de apoyo a la Dictadura Militar que rigió los destinos de Brasil. De hecho, en ocasión del Golpe de Estado blando dado contra el gobierno constitucional de Dilma Rousseff por parte del Congreso brasileño que culminó con su destitución como presidenta, hizo además, expresiones de felicitación al coronel retirado Brilhante Ustra, quien participara del proceso de torturas practicado en prisión a la presidenta Rousseff durante la década de 1970. En el proceso ante el Congreso Bolsonaro señaló lo siguiente:

¨Perdieron en 1964 y ahora en 2016. Por la familia y la inocencia de los niños que el PT nunca respetó, contra el comunismo y el Foro de San Pablo (en referencia a la estructura que agrupa partidos y organizaciones de izquierda de América Latina y el Caribe), y en memoria del coronel Brilhante Ustra, voto sí.¨

Las expresiones degradantes de Bolsonaro según citadas por la página digital infobae de 30 de agosto de 2018, llegan al punto de expresar que sería incapaz de amar a un hijo si fuera homosexual, indicando que prefiere verlo morir en un accidente; o decir que los negros “no sirven ni para procrear”, o expresarse en apoyo a la tortura, o decir que “la democracia es una mierda.”

Una de sus iniciativas como diputado ha sido proponer la castración química para los violadores.

Otro elemento importante a destacar para estas elecciones en Brasil es el desgaste habido en el partido ecológico que dirige Marina Silva, la cual en las elecciones de 2014 captó el 43% del voto de los sectores evangélicos, cuyo apoyo hoy se reduce luego del debate en Brasil sobre el aborto y otros temas como el matrimonio igualitario, a apenas la mitad del apoyo anterior. Marina Silva fue funcionaria del gobierno de Lula bajo su primer mandato, mientras para las elecciones en las cuales Rousseff resultó electa, fue candidata opositora por la Red de Sustentabilidad.

Durante el proceso de residenciamiento contra Rousseff, Marina Silva se expresó indicando que tanto Temer como el presidente del Senado, Renán Calheiros y su socio Collor de Mello, también estaban implicados en el “escándalo de Petrobras”. Sin embargo, a diferencia de algunos que también se pronunciaban en esa dirección haciendo idénticos señalamientos, Marina Silva abogó por el respeto y apego a la Constitución.

No deja de preocupar el que un sector de este electorado evangélico, conservador por demás y que antes apoyó a Marina Silva, que también es evangélica, se mueva en su respaldo electoral a Bolsonaro, sencillamente para bloquear el regreso de Lula a la presidencia y el PT y sus aliados al poder político. A pesar de Bolsonaro definirse como católico, en esta campaña se bautizó en el Río Jordán por mediación del pastor de las Asambleas de Dios, Everaldo Pereira, quien a su vez es presidente del Partido Social Cristiano.

La situación en Brasil desde el Golpe de Estado blando contra la presidenta Rousseff ha venido llevando al país a un gobierno literalmente deslegitimado ante el pueblo. Se indica que el usurpador de la presidencia, Michel Temer, del Partido Movimiento Democrático Brasileño, apenas cuenta con el apoyo popular de un 6% de los brasileños. Indica Infobae en el artículo citado, que apenas el 15% de la población brasileña está satisfecha con su modelo democrático. No obstante, también es un elemento preocupante el que, según la página electrónica citada, el 80% de tal población sigue manteniendo su confianza en las Fuerzas Armadas. De hecho, Infobae señala que en Brasil se han desarrollado manifestaciones en apoyo al regreso al poder de los militares y por la mano dura contra el narcotráfico. Se indica también, que alrededor de 80 militares retirados son hoy candidatos en las futuras elecciones a tener efecto el próximo mes de octubre.

Está aún entredicho el o los escenarios que pudieran desarrollarse a partir de un triunfo de Lula en las elecciones y cuál habrá de ser la postura que asuma el Estado a los fines de juramentar o no a un presidente electo bajo tales circunstancias. El PT de Brasil se ha negado al presente a que otro candidato o candidata sea quien corra en las elecciones a nombre de tal organización. No obstante, en política nunca hay letra escrita en piedra. Hacer política requiere una constante revisión de los supuestos bajo los cuales se desarrollan los procesos, con la necesidad de hacer constantes ajustes tácticos, ello dentro del marco de la línea estratégica general que impulse la organización.

Como izquierda, el PT y sus aliados de antes y aquellos que mantiene aún al presente, debe reflexionar en torno al retroceso que representaría para los trabajadores, los desempleados, los sin tierra, los menos aventajados, el triunfo de un político que se mueve como cometa errante, sujeto sólo a su propia órbita, como es Bolsonaro.

El Apóstol de la independencia de Cuba, José Martí, en su escrito Tres Héroes que figura en su antología La Edad de Oro (1889), nos dice: “El sol quema con la misma luz que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz.” Me parece que al juzgar Brasil en estos momentos y como parte de dicho país el proceso electoral y la figura de Luiz Inácio Lula da Silva, debemos ser agradecidos y enfocarnos en su luz, no en sus manchas.

Nos parece que en Brasil habrá que esperar no solo al resultado de las elecciones, sino a las salidas políticas que puedan surgir como resultado de las mismas, las que sin lugar a dudas tendrán como telón de fondo, la lucha y resistencia popular.

*Alejandro Torres Rivera, abogado, profesor de Derecho Laboral, escritor, analista político, profesor del Instituto de Relaciones de Trabajo de la Universidad de Puerto Rico.

Fuente: Rebelión

 

 

 

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