La región latinoamericana y sus perspectivas

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Los resultados en la segunda vuelta brasileña blindan la continuidad del proceso de transformaciones políticas que atraviesa toda la región. En un mundo en el que ya no hay viento de cola para alimentar el desarrollo económico de nuestros países y que, por el contrario, se acentúan las tendencias agresivas e intervencionistas de los tradicionales poderes imperiales, sostenerse y seguir avanzando vale doble.

En el mismo sentido, el excelente resultado del Frente Amplio uruguayo en la primera ronda, vaticina que, salvo hechos impredecibles, Tabaré Vázquez volverá a la primera magistratura. Una continuidad a la uruguaya, mesurada y tranquila, pero que refuerza el accionar colectivo de la región.

Antes Evo había logrado una impresionante victoria, que lo coloca en la primera línea de los mandatarios populares de nuestra América. Su enorme obra de justicia social y dignificación de las mayorías populares bolivianas, postergadas por siglos de opresión, justifican para él y sus más estrechos colaboradores un lugar destacado en la historia compartida.

Se reafirma así la tendencia de esta época de cambios, revalidada democrática y pacíficamente, de avanzar sin pausas en las sucesivas reformas que coloquen a nuestros pueblos en la senda del progreso social, sin menoscabo del desarrollo y la afirmación de la autonomía nacional.

Queda planteado sin embargo el interrogante sobre la futura continuidad de estos procesos, que demandan de tiempo para afirmarse y desplegar toda sus potencialidad transformadora. Fuertemente sostenidos en liderazgos personales, que no son endosables a sola firma, los límites temporales que tienen los mandatos constitucionales actúan como condicionantes de la posibilidad de proseguir las innovaciones. Junto a las trabas legales, se suman las biológicas, que también imponen límites. ¿Cómo trascenderlos?

La pregunta no es menor. Derrotar de manera provisoria al neoliberalismo requiere de una entera revolución cultural. Y siempre será provisorio el logro mientras en el mundo dominen las fuerzas del capital financiero más concentrado. Imponer otra lógica, donde la felicidad de los pueblos esté en el centro, de manera persistente y lozana, solicita edificar al mismo tiempo que nuevas realidades en cada uno de nuestros países, nuevas relaciones internacionales que sirvan de resguardo frente al apetito insaciable de los poderosos.

La conciencia compartida de todo lo que estaba en juego para nosotros en estas tres elecciones que se sucedieron, es un indicio fuerte de que comprendemos cabalmente cómo se enhebran las fuerzas mundiales en estos tiempos, en los que nadie puede andar sólo por la vida. A la inversa, el éxito de nuestra propia continuidad después del 2015, será un reaseguro para bolivianos, uruguayos y brasileños de que seguiremos bregando juntos por un nuevo horizonte para nuestros pueblos.

Acompañar los liderazgos personales con referencias colectivas, siempre ha sido un intento a medias frustrado. Es indudable que en la relación casi personal de confianza que se forja entre la base social movilizada que opera de sustento político de los cambios y los referentes más destacados, probados una y otra vez ante cada nuevo desafío, se afinca la principal fortaleza democrática de nuestros desarrollos innovadores. Sólo organizaciones fuertemente establecidas y densamente pobladas del activo protagonismo de sus integrantes pueden alumbrar referencias nuevas, que no supongan rupturas sino transiciones.

Pero en caso de darse todas esas condiciones, todavía queda pendiente luego el establecimiento de vínculos con los sectores sociales que se procura representar y en ese punto, todas nuestras sociedades complejas padecen de la mediación de los monopolios que difunden la información que consideran relevante y deciden cómo la presentan a los diferentes públicos.

Esa es cancha ajena para las fuerzas populares. No sólo porque en general no cuentan con medios de poder equivalente a los que conforman el bloque de fuerzas oligárquicas. Sino porque, por definición, esos medios concentrados operan como la inteligencia colectiva del privilegio. Allí se trata de quebrarle el espinazo a la reacción, como condición para poder avanzar en la transformación  cultural que vuelva hegemónico el proyecto emancipador.

Lic. Gerardo Codina

Miembro del Consejo Editorial de Tesis11

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