La Ley del Trabajo: último acto de la reorientación liberal del Partido Socialista Francés

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Revista Tesis 11 (nº 118)

Dossier: situación en Francia (2 de 3)

Hédi Sraieb*

Traducido del francés por Carlos Mendoza**

Un proyecto de ley que retrotrae el derecho laboral al siglo 19, marca el retroceso ideológico derechizante de la socialdemocracia actualmente en el gobierno y que ha producido la extraordinaria movilización y estado de lucha actual del movimiento sindical francésImpensable incluso unos pocos meses antes, la reforma del Código de Trabajo tiene el efecto de una bomba en un clima social ya bastante tenso. Una ley pérfida que hará decir unánimemente a los líderes sindicales: “sería una regresión que nos llevaría de vuelta al siglo 19… en la época de las luchas por la reducción de la jornada de trabajo de Jean Jaurès”. El cuarto gobierno de Hollande, centrado en personalidades liberales (Valls, Macron) tiene la intención de reformar profundamente la calidad de vida de los asalariados. No sólo en términos del tiempo de trabajo, de las vacaciones, sino también en materia del salario, de las indemnizaciones por despido.

No es exagerado decir que si la mayoría de los artículos fueran retenidos, sería el peor golpe recibido por el mundo del trabajo en la post-guerra. En efecto el artículo 2 provoca una protesta generalizada de todos los sindicatos. Un artículo que invierte la jerarquía de las normas legales, dando primacía a los convenios de empresa sobre los convenios sectoriales. Esta inversión de la jerarquía de las normas, tan deseada por los empresarios franceses, significa el fin de las convenciones colectivas, el fin del diálogo social.

Los acuerdos de empresa, único lugar en las futuras negociaciones con los sindicatos

Todo acuerdo sindical debe pasar ahora a través de un convenio de empresa. Es decir, no más a nivel nacional, sino una negociación con los representantes del personal de la empresa. Para que sea válido, los acuerdos deberán ser mayoritarios, es decir, firmados por los sindicatos que representen al menos el 50% de los empleados con derecho a voto en las elecciones profesionales en cada empresa. Cuando no se alcanza la mayoría, se debe hacer un referéndum entre los empleados. Bastará con que más del 50% de los votos fueran positivos para que el acuerdo sea válido. Es fácil imaginar el destino de los trabajadores de las PYMEs que no están representados o incluso la de los trabajadores donde la presencia sindical es solo parcial (sindicato solo a nivel de empresa) o donde hay división (cuello blanco vs cuello azul)

La duración de la jornada laboral

La duración legal queda en 35 horas semanales. Pero, la duración máxima del tiempo de trabajo cambia a 46 horas por semana, en comparación con 44 horas antes, durante 16 semanas consecutivas y no 12 semanas como actualmente. En caso de “circunstancias excepcionales”, este período puede llegar hasta 60 horas, con una limitación a 12 horas por día. Las horas extras, hasta entonces pagadas a la tasa horaria normal más un 25% como mínimo, se podrían reducir a una tasa más baja con el acuerdo de los sindicatos de la empresa, y no de acuerdo a convenios colectivos por sector.

El salario

Los acuerdos de “mantenimiento del empleo” de 2013 permitían que las empresas con dificultades pudieran reducir el tiempo de trabajo y el salario o aumentar las horas de trabajo sin aumentar la paga, o la aplicación de una nueva distribución de los horarios trabajo. Acuerdos que tenían un período de validez limitado de 5 años como máximo. Estos acuerdos se amplían y generalizan a todas las empresas y, además, sin límite de tiempo. Podrían ser firmados con los sindicatos (o mediante referéndum) incluso en el caso de las empresas exitosas y con fuerte crecimiento. Cualquier negativa daría lugar a despido por “causa real y grave” (sin indemnización), y no en el marco de despidos reglamentados hasta ahora por ley.

Los despidos

La reforma amplía las condiciones en las que las empresas pueden practicar despidos. Los motivos de despido basados en razones de “cambio tecnológico” se complementan ahora con los relacionados con cualquier “reorganización necesaria para salvaguardar la empresa tras la aparición de dificultades.”
Por lo tanto, una disposición que deja el despido al solo criterio de los empresarios, que pueden así despedir sin justificación objetiva o al menos discutiendo el asunto con los representantes del personal.

Las dificultades también pueden ser una caída en los pedidos o ventas, pérdidas de explotación o degradación de la tesorería… o cualquier razón para justificar esas “dificultades”. ¿Cuántos trimestres consecutivos de dificultades deberían constatarse? Le corresponderá definirlo a cada empresa, entendida como establecimiento individual y no como perteneciente a un grupo más grande. Como se ve esa criteriología abre la puerta a todas las subjetividades y a todas las arbitrariedades.

El crecimiento del movimiento social

No menos de nueve manifestaciones en tres meses en todo el territorio nacional, cientos de miles de personas en las calles de París y las provincias. Casi 500.000 de promedio en Paris, para llegar incluso a 1,5 millones. Dos días más de acción están previstas antes del comienzo de las vacaciones de verano. En caso de bloqueo de las negociaciones con el gobierno, el retorno de vacaciones en setiembre podría ser muy agitado. En general, una gran mayoría de la población se opone claramente a esta ley. Las últimas encuestas dan de 69% a 74% de oposición a esta ley. Porcentajes que van mucho más allá de la audiencia sindical y de los simpatizantes de la izquierda. Una disputa que ha sacudido al Partido Socialista hasta el punto de que 40 de sus parlamentarios dijeron que no quieren la ley. El gobierno no tiene entonces mayoría parlamentaria. Tendrá que aprobar esta ley utilizando nuevamente el procedimiento del artículo 49-3 de la constitución (aprobación sin voto parlamentario) o bien esperar el apoyo parlamentario de los diputados de la derecha. Jamás visto !

Conclusión provisoria

Es demasiado pronto para saber cuál podría ser el final de esta larga lucha que es probable que se prolongue. El hecho es que este ataque contra la base de los beneficios sociales, uno de los más avanzados de Europa, marcará la campaña electoral de 2017 y en términos más generales, el futuro de las relaciones sociales en las empresas.

Para concluir, habría todavía que responder una pregunta crucial:

¿François Hollande y el aparato del partido se resignaron a satisfacer las necesidades de una patronal  envalentonada, tomando nota de una relación de fuerzas muy desfavorable (“el muro del dinero”, dijo E Herriot en 1924), considerando también las campañas de acoso y citaciones repetidas de la Comisión Europea exigiendo llevar a cabo las “reformas estructurales”? (leer contrarreformas liberales).

¿O bien los líderes socialistas estimaron que tenían que abandonar su credo reformista de izquierda y poner en práctica una política económica ostensiblemente liberal?

Dicho de otra manera, ¿la opción elegida es una respuesta de circunstancia o una respuesta premeditada y anticipada?

En lugar de concluir con una aporía, podríamos decir que hay un poco de ambas cosas. Una ambivalencia que se encuentra en toda la historia de ese partido y más en general de la socialdemocracia europea. Es casi innecesario remontarse a los debates teóricos y tormentosos de la 1ª y 2ª internacional acerca de la estrategia internacional para el movimiento obrero, con el movimiento comunista haciendo hincapié en la necesidad de un proceso revolucionario “consciente” para derrocar al capitalismo y establecer el socialismo y el movimiento socialdemócrata haciendo hincapié en la necesidad de seguir la vía parlamentaria y el reformismo gradualista.

Entre esas enseñanzas, viene siempre a la mente la desconfianza de los defensores del comunismo respecto de los socialdemócratas, por su vacilación permanente, su falta de audacia y valor, buscando continuamente conciliarse con una parte de las fuerzas conservadoras, a saber, las capas “pequeño burguesas”. Muchos textos y episodios históricos relatan ese carácter vacilante, versátil, de la socialdemocracia, capaz, bajo el efecto de una intensa presión, de ceder y aprobar como propias soluciones contrarias a su corpus doctrinal.

Sin ir tan lejos, hay que tener en cuenta que esta ola de reformas, contra-ataque frontal y brutal a los equilibrios del modelo francés de protección social y a los beneficios sociales adquiridos, nunca figuraron en los discursos de los líderes socialistas, ni en el programa de campaña de Hollande (60 medidas).

Entonces, ¿deberíamos imaginar una reversión solo de circunstancia frente al furioso ataque de la patronal, desde la llegada de los socialistas al gobierno, reclamando un “shock de competitividad”,  pidiendo una drástica reducción de gravámenes? Maniobras de desestabilización desde luego retransmitidas y amplificadas por los medios de comunicación controlados por los grupos de poder. Sin embargo, es una hipótesis poco probable e inverosímil.

La larga experiencia en la conducción de los asuntos nacionales del poder político, no deja lugar a la improvisación. Estas orientaciones “sorpresas”, sin duda, han sido ampliamente estudiadas en comités muy restringidos. Probablemente, el contorno de las reformas debe haberse discutido en el más alto nivel, con el socio alemán y la Comisión Europea. Pero, como efectivamente hubo un efecto sorpresa, en última instancia puede atribuirse esta duplicidad a la vacilación de los dirigentes socialistas en develar de inmediato la aceptación de la lógica austeritaria (tanto respecto de sus militantes que de sus votantes).

La respuesta hay que buscarla también en el realineamiento político que tiene lugar en Europa tras el agravamiento de la crisis. Una crisis que no es estrictamente económica, sino que desborda las dimensiones propiamente políticas (ascenso de la extrema derecha en toda Europa) y cultural (la crisis de identidad con la exacerbación de la cuestión de la inmigración).
El panorama político europeo es atravesado por movimientos ultranacionalistas y populistas. Los partidos tradicionales sufren reveses electorales. La mayoría de los partidos socialdemócratas se derrumbaron electoralmente (España, Grecia), otros se han unido con sectores neo-conservadores en coaliciones denominadas centristas (SPD en Alemania, PD en Italia). Entonces, ¿creen los líderes socialistas franceses que, a pesar del trauma que afectó a la conciencia de su base militante como a su electorado, pueden salvar lo que se pueda? Nada es menos seguro!

¿Esperan los socialistas -como sugerimos en este artículo- emanciparse de la confrontación de clases para reconstruirse en torno a cuestiones sociales y de grupos minoritarios? ¿La tesis de “Terra Nova”, en la cual los “bobos” (burgueses-bohemios) votarían por los socialistas y constituirían la figura emblemática de su electorado, habría definitivamente convencido a la dirección socialista? ¿Puede esa tesis salvar lo que queda de la socialdemocracia francesa, a la espera de su transformación definitiva en un partido de centro?
La historia decidirá… y probablemente más rápido de lo que se piensa!

*Hédi Sraieb, Doctor de Estado de Economía del Desarrollo

**Carlos Mendoza, ingeniero, escritor, miembro del Consejo Editorial de Tesis11

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