La Fusiladora.

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Horacio Ramos*

“Se acabó

la leche de la clemencia.” 

            – Américo Ghioldi –

En el invierno de 1955, luego del criminal ataque aéreo del 16 de junio perpetrado por opositores al gobierno constitucional, la Argentina se había sumergido en un debate político que agudizaba la relación de Juan Perón con sus adversarios. Asimismo, se repetían fórmulas que jalonaron distintos momentos de nuestra existencia como Nación, bajo las máscaras más contradictorias. El presidente estimaba que su tiempo estaba agotado y no tenía condiciones objetivas para enfrentar la alianza tácita entre el liberalismo oligárquico y la cúpula retardatoria de la Iglesia Católica. Por su parte, los sectores medios y el movimiento estudiantil nucleado en la FUBA, al igual que con Hipólito Irigoyen, se sumaron a la conspiración que ya se presentía en Buenos Aires. Perón, rodeado de una corte adicta de burócratas, adulones y militares que se pasaban de bando hora tras hora, careció del estado de ánimo necesario y la convicción ideológica que lo incitara a convocar a todo el espectro nacional, popular y democrático, a fin de impedir el golpe reaccionario y así defender el Estado de Bienestar que se había construido después de la Segunda Guerra Mundial.

El 16 de septiembre, un general que sólo duró en la presidencia dos meses, Eduardo Lonardi, encabezó la rebelión que asomó su rostro en la antigua Córdoba, produciendo nuevamente el ancestral maridaje de espada y sacristía. De esa manera, la “oligarquía con olor a bosta” como la denominara el controvertido Sarmiento, ingresó con sus mochilas saturadas de odio, a los atribulados pasillos de la Casa Rosada.

*Horacio Ramos, escritor, periodista, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.

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