En el Camino de un Nuevo Movimiento

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Gerardo Codina*

Los movimientos populares suelen reinventarse a si mismos a medida que avanzan en el proceso de alcanzar sus objetivos liminares. El kirchnerismo afirma este rasgo. Nutrido de la rica historia del peronismo, se ensancha para abarcar a todas las corrientes populares transformadoras que enriquecen la experiencia colectiva nacional. En su conformación recurre a la articulación entre nuevas formaciones surgidas “desde arriba” en este tiempo y aquellas expresivas de la respuesta popular frente a la enorme crisis del 2001.

1. La historia del presente

1.1 Primer acto

Dos años atrás, apenas repuesto el Gobierno de Cristina Fernández de su derrota electoral parcial, un eco de la rebelión patronal agraria de 2008, desde los movimientos sociales surgía la iniciativa de la movilización y del posicionamiento público en resguardo del proceso abierto en 2003. Corrían los últimos días del verano de 2010.

Unos meses antes, a fines de 2009, habían surgido el Plan Argentina Trabaja y luego la Asignación Universal por Hijo, la expansión más grande de derechos desde la moratoria provisional. También el 11 de noviembre de 2009 había asumido Néstor Kirchner la presidencia nacional del Partido Justicialista. Cuando lo hizo, Kirchner efectuó el reconocimiento de una realidad de la Argentina política y a su vez se hizo reconocer por toda esa estructura como su máximo dirigente.

Todo un cambio respecto de la distancia proclamada más temprano en el tiempo, a la salida de la crisis del 2001, respecto del “pejotismo”. Sin embargo, ese reconocimiento no se expresó en una reactivación de la vida institucional del partido. Los espacios de debate y de decisión política siguieron siendo otros.

Volvamos al 2010. A principios de ese verano, la atención había estado concentrada en la decisión presidencial de pagar con las reservas excedentes del Banco Central los compromisos de deuda externa consignados para ese año. La negativa pública de Martín Redrado, atrincherado en la Presidencia del Banco y su reemplazo por Mercedes Marcó del Pont, pusieron en debate la supuesta independencia de la entidad rectora del sistema financiero, esgrimida por el discurso hegemónico neo liberal. Estos hechos fueron marcando el escenario político nacional, que luego desbordó en las calles.

Casi en simultáneo, se sucedieron en los primeros meses de 2010 las convocatorias a Plaza de Mayo, a Ferro y por la Ley de Medios Audiovisuales, en las que se juntó todo el espectro de jóvenes y mayores identificados con las políticas de gobierno. Eran los que se reivindicaban parte de la “mierda oficialista”.

Una caja de amplificación y articulación de esa identidad, todavía difusa y gestual, provino de la tele. 6-7-8 ensayaba sus primeros pasos y generaba un espacio de unidad básica virtual en la que cada noche se podía discutir con los compañeros lo que afirmaban los diarios y lo que en verdad sucedía en el país. Su estructura coral, en la que no destacaban especialistas consagrados, con acierto facilitó el diálogo con los segmentos más dinámicos políticamente de la población, no siempre encuadrados en organizaciones en esa etapa de la vida política nacional.

En el ir y venir de esos días agitados, la convocatoria a recordar un nuevo aniversario del 11 de marzo de 1973, bajo la consigna de “como en el 73, liberación o dependencia”, lanzada por los movimientos sociales encuadrados en el Encuentro de la Militancia Nacional y Popular, sorprendió a algunos desprevenidos por audaz.

La realidad confirmó el acierto de la iniciativa. El lleno del estadio de Ferro y adyacencias mostró el primer acto masivo del kirchnerismo, acto que no fue deudor de la capacidad de movilización de las estructuras partidarias tradicionales ni del sindicalismo.

Hasta ese momento el kirchnerismo no había procurado coagular una orgánica propia. Al contrario, había alternado la apuesta a diversas y sucesivas articulaciones con expresiones novedosas de la vida política (el ensayo inicial de la “transversalidad”), con la negociación permanente con los factores de poder político territorial y social tradicional, tributarios del amplio espacio del peronismo.

En ese 11 de marzo, vale recordarlo para evidenciar las mutaciones del escenario, antes de Kirchner hablaron varios dirigentes de los movimientos convocantes y Scioli, gobernador bonaerense. Moyano compartió esa tribuna desde la que el ex Presidente llamó fervorosamente a rodear y defender a la “Presidenta coraje” y proclamó su expectativa de que algunos de los jóvenes que habían llenado la cancha continuaran la obra iniciada por él los siguientes “veinte años”.

Unos meses más tarde, la temprana muerte de Néstor Kirchner terminó de consagrarlo como el líder emergente de un vasto movimiento multifacético. El repaso de su obra, el dolor por su ausencia inesperada y el temor a perderlo todo, redoblaron el compromiso político de decenas de miles, en especial jóvenes, que se apresuraron a rodear afectuosamente a la Presidenta.

1.2 Segundo acto.

El siguiente acto fue en Huracán en 2011. También en conmemoración del triunfo de Cámpora en el 73. Esta vez, la oradora de fondo fue Cristina, ante un estadio desbordado por las multitudes que se aprestaban para las sucesivas batallas electorales de ese año. Su presencia no fue resultado de una invitación, que la hubo. Surgió de una decisión política de hacer un determinado acto. Los participantes, los oradores y las consignas resultaron de una disposición de la emergente nueva conductora del movimiento nacional y popular.

La Cámpora era preexistente, pero allí tomó protagonismo de primera fila y compartió la presencia entre los oradores con los referentes principales de la Corriente Nacional de la Militancia. Cristina convocó la multitud a organizar el respaldo popular a su movimiento, sin “preguntar de dónde venía cada uno”.

Si antes del 2008 el kirchnerismo no alentaba demasiado el desarrollo de formaciones “propias”, eso se revirtió luego, en especial desde la muerte de Kirchner. Paulatinamente la idea de la continua negociación con diferentes aliados del poder político, fue dejando paso a la voluntad de construir una fuerza referenciada directamente en el propio núcleo, desde el estado.

1.3 Tercer acto

Después del histórico triunfo de octubre de 2011, en el que logró la reelección por una de las mayores diferencias obtenidas en la historia electoral argentina, Cristina cobró un nuevo vigor. Su fortalecimiento corrió en paralelo al creciente protagonismo de las organizaciones políticas alentadas desde la cumbre del poder, en especial las juveniles, sobre las que se renueva la expectativa de que permitan un recambio generacional vigoroso del movimiento popular y de los cuadros de gestión estatal. Son jóvenes cuya historia política es mayormente coincidente con la historia del surgimiento del kirchnerismo.

El acto de Vélez expresó esa nueva realidad. Pero además tuvo otra fuerte señal de la voluntad fundacional que anima a Cristina Fernández. Esta vez no se conmemoró el triunfo de 1973, sino el comienzo de este mismo proceso transformador que la tiene hoy por conductora. El cambio de fecha es sustantivo. Implica pasar a celebrar la propia historia, recortada de la historia genérica del peronismo. Pero no se trata de un corte, sólo de un acento diferenciado.

Unidos y organizados fue la nueva consigna. Una unidad que tiene en Cristina su vértice y una organización que articula desde el estado el movimiento popular.

La continuidad histórica con la tradición peronista está dada por el nacionalismo, la afirmación de los derechos sociales, la defensa del mercado interno para sostener la voluntad industrializadora, la apuesta al desarrollo de las capacidades endógenas a la integración regional, la aspiración de emular los niveles de desarrollo de las naciones más avanzadas.

Los matices propios responden a las mutaciones que se dieron en la sociedad en más de medio siglo. La agenda de derechos humanos, por caso, o la pérdida de centralidad del movimiento sindical en el conjunto del movimiento popular.

2. El futuro del presente

En política la cuestión del poder es central. A diferencia de otras dimensiones, la sumatoria del poder total difundido en un momento histórico determinado en un sistema social, permanece constante. Lo que varía en el tiempo es su distribución. Cuando se acumula en una articulación naciente, es a expensas del poder relativo inherente a otras anteriores. Es lo que estamos presenciando desde el 2003.

Los otrora personeros todo poderosos que controlaban el aparato político del PJ, en los municipios, las provincias y las estructuras sindicales, paulatinamente van siendo desplazados por una renovación doctrinaria y generacional que se nutre de las fuerzas políticas que pone y puso en movimiento el mismo proceso político liderado por Néstor Kirchner primero y ahora Cristina Fernández. Esa tendencia es paulatina y se afirma en estos días, en los que asume una nueva calidad al trascender las filas del peronismo.

Quienes ven sus espacios menguar no se felicitan por la marcha de las cosas. Antes bien, tratan de reaccionar para defender sus posiciones previas. Más, aquellos que aventuraban que la muerte de Kirchner, el conductor indiscutido de la primera etapa de esta historia, les daría mayores espacios en la distribución de poder dentro del movimiento nacional y popular.

Pero el kirchnerismo lleva en su naturaleza ser un fuerte viento de cambio, que también golpea a todos los que no se transforman.

*Gerardo Codina, psicoanalista, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.

7 de mayo de 2012

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