El trabajo autogestionado.

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Rufino Almeida*

Otra relación económica y social en disputa.

Cuando en el barrio nos juntamos para solucionar las necesidades de comida, ropa, vivienda, remedios, atención de la salud, educación de nuestros hijos, y tantas otras, decimos que auto gestionamos la demanda.  Nosotros mismos construimos el comedor, la farmacia, el ropero, levantamos la casa y nos ayudamos con la escuela de los pibes.
También armamos la huerta, amasamos el pan, fabricamos los bloques para la casa. Organizamos entre nosotros el trabajo necesario: pedimos o compramos los materiales e insumos,  nos dividimos y realizamos con nuestras manos las tareas, hacemos las cuentas, decidimos cuanto se queda en el barrio y cuanto se vende. Después distribuimos lo que sobra entre lo que hace falta para comprar otra vez material y lo que reciben los que realizaron el esfuerzo.
Decimos que autogestionamos nuestro trabajo.

Las familias que trabajan en el campo, hacen lo mismo. Para vivir y darle de comer a sus hijos, se agrupan, toman la tierra que nadie cultiva o recuperan aquella que les fue despojada para ponerla a producir. Y los trabajadores de una fábrica que es vaciada por su patronal, o que deja de producir y cierra,  En este caso nos quedamos adentro, ocupamos la planta y como sabemos como ponerla en marcha la echamos andar, buscando aprender aquello que el patrón cerraba a nuestro conocimiento. Construimos una forma de organización de las actividades entre nosotros y decidimos juntos como repartiremos los resultados. Desarrollamos nuestro trabajo autogestionado.

Estamos construyendo sobre la historia de la clase trabajadora argentina. Combinando viejas y nuevas herramientas y formas de lucha. Todas son buenas mientras sostengan la identidad de los que sólo viven de su trabajo. Mientras busquen el bienestar para todos, que sólo garantiza una sociedad justa.
 
Consideramos que el escenario de aparición del trabajo autogestionado como una nueva forma de relación económica en la sociedad argentina debe mirarse como el resultado de una continuidad de procesos políticos, económicos y sociales que sería conveniente recortar para esta reflexión desde la dictadura militar hasta el presente.
Por que el golpe del 76 fue la ruptura de una situación de pleno empleo, con una participación económica de los sectores del trabajo en un 50% del PBI, con un marco legislativo y regulatorio estatal de las actividades económicas y financieras, con una educación, salud, y otros derechos establecidos y valorados por la cultura.
El paradigma de la revolución gorila del 55 no pudo concretarse y por el contrario la clase trabajadora y el pueblo avanzaba hacia formas más profundas de socialización de la riqueza.
Marchaba tras una fuerte experiencia de lucha que configuró la conciencia social en torno al bienestar colectivo como resultado de la práctica del trabajo, el estudio y de una organización económica y social que garantizaba el acceso universal a las necesidades básicas y culturales.
Así la resistencia a la proscripción del peronismo como expresión política de las mayorías populares, la unificación de los sectores medios estudiantiles e intelectuales con la lucha de la clase obrera que desembocó en el Cordobazo. La aparición de organizaciones como la CGT de la Argentinos que fue antecedente de las posteriores Coordinadoras de Gremios en Lucha con gran presencia en el  75, y que se prolongaron en paros y tomas de planta en plena dictadura, indicaban la defensa y el avance político de la clase trabajadora en el sentido de la justicia social concretada en el bienestar para todos.
Sobre esa realidad operó el genocidio, con un fin determinado, destruir aquella conciencia alcanzada por los trabajadores desde sus base materiales y culturales. Para ello se debía modificar el aparato jurídico conformando un espectro liberal de apropiación y acumulación de la riqueza, destruyendo los derechos laborales, sociales y económicos alcanzados. En plan sistemático debían eliminarse las organizaciones populares de resistencia y los lazos sociales y culturales que sustentaban la presencia determinante de la clase trabajadora en la economía y en las modalidades de apropiación del bienestar. El terrorismo de estado a través de la desaparición de personas y la represión generalizada apuntó a la desintegración de la comunidad, la confianza, la solidaridad y todas las prácticas colectivas de trabajo, consumo, ahorro y conocimiento.
La vuelta al estado constitucional no implicó la recuperación de aquellos valores y formas de organización social y económica. Por el contrario se ratificó el camino trazado por la dictadura y se profundizó en términos culturales e institucionales.
El menemismo puede señalarse como la consagración del proyecto neoliberal capitalista en tanto consolidó estructura y valores de apropiación individual y acumulación de riquezas.
De todo aquel proceso destructivo, esta dispersión del campo popular. Pero también toda esta experiencia acumulada que hoy genera prácticas colectivas que son impresionantes en términos económicos y culturales, observadas desde otras clases trabajadoras y pueblos del mundo, siempre amenazadas por la clase poderosa que busca reconstruir su poder y más que eliminarlas, trata de domesticarlas para ser reabsorbidas en la lógica de la renta y la apropiación individual de carácter capitalista.
La estructura económica neoliberal se afirma sobre un 50 % de la población bajo la línea de pobreza y actualmente se dirige a establecer las exportaciones de recursos como motor de crecimiento con derrame interno a partir de modalidades de políticas sociales como supuesto de redistribución de la riqueza y regeneración del tejido económico social.
El objetivo de 1976 de desarticular las condiciones de seguridad jurídica en el contrato económico social para los trabajadores se cumple sin límites en los 90. La destrucción necesaria del capital en activos y cadenas productivas y territoriales distribuido de manera extensiva en manos de clases de productores y pequeños propietarios para ser reabsorbido por la concentración en pocas y grandes empresas de carácter multinacional se trasunta en la reducción de costos operativos hasta el nivel de destruir las formas del salario y el empleo formal. 
Esto implica, a partir de las nuevas tecnologías de producción, transporte y comunicaciones que configuran las condiciones de inversión en enclaves industriales y actividades con baja utilización de mano de obra, que no habrá retorno a las viejas situaciones de pleno empleo.
La destrucción del empleo como relación económica tradicional entre la fuerza de trabajo aportada individualmente y remunerada por un salario es una realidad que funda nuevas condiciones para las relaciones económicas y sociales.
Esto trasunta en altos índices de desocupación, en magros salarios y en normas laborales de escasa dignidad. No hay horizontes de resurrección para las ya viejas burguesías nacionales en los años 70, y mucho menos de la organización empresarial con grandes masas empleadas.
La disputa central en la sociedad se ha desplazado del salario como único medio de obtener bienes a la disputa por espacios económicos y respuestas sistémicas que permitan el acceso universal al  bienestar.
La clase trabajadora argentina en los últimos años ha generado experiencias en este sentido.
Desde lo micro económico reconstruye la experiencia del bienestar colectivo como objetivo y revaloriza las relaciones de trabajo y apropiación comunitaria. En eso han sido fundamentales los Movimientos de desocupados, las Asambleas barriales y la recuperación de empresas mediante la autogestión de los trabajadores. Rescatar los valores y metodologías con que se desarrollan esas experiencias y construcción económico social es la tarea política que nos planteamos y la contribución a la elaboración de una estrategia de clase que vincule estas nuevas formas de lucha y organización entre sí y con los sectores sindicalizados ante las clásicas modalidades de relación de empleo.
Hemos dicho que la exclusión es una necesidad sistémica y por lo tanto invariable en la estructura económica actual, con su nueva matriz productiva y de apropiación de recursos, de concentración de activos y acumulación de capital. Existe entonces una única economía que se sustenta en la acumulación de la renta y utiliza una porción de la mano de obra disponible degradada en sus derechos y niveles salariales o de venta de su fuerza de trabajo, aliada a la satisfacción de los requerimientos del esquema internacional de producción y consumo globalizado. Es en este espacio y sobre esos determinados rubros (recursos energéticos, soja, aceites  y alimentos y otros pocos productos sin valor agregado) que se construye la acumulación en esta etapa capitalista.
Por fuera de estos espacios están las mayorías nacionales y latinoamericanas a las que la economía les encomienda arreglarse solos con sus necesidades y reingresar si se es fuerte y competitivo.
Para ello elabora grandes planes de financiamiento internacional, es decir, que los Estados se endeudan de manera adicional para solucionar los vacíos de satisfacción de necesidades que implica la economía de renta.
Aquí aparecen los programas “desarrollo local” y “las políticas sociales” como instrumentos que vendrían a resolver las consecuencias de una estructura de exclusión invariable. Todos apuntan a promover las formas de supervivencia individual, por familia o a lo sumo por microemprendimientos productivos.
Estas propuestas de “política social” para “el desarrollo local”, totalmente funcionales al esquema de acumulación global, al mismo tiempo reproducen los valores y los mecanismos de ingreso individualista, limitando el accesos a “los pocos más aptos y competitivos” en el espacio reservado al mercado de renta.
Se responde sólo a los efectos de la economía capitalista desde las políticas sociales, cuando queda claro que las causas estructurales no serán removidas por esta vía. Que el 50% de una población se encuentra bajo la línea de pobreza, que desaparezcan las estrategias públicas de satisfacción de necesidades, que los sistemas territoriales y productivos que agregan valor se encuentren desarticulados o bajo el control de empresas extranjeras que exportan los beneficios, es evidente que no depende de una buena gestión social, sino de un cambio en las propuestas económicas y las matrices de producción que la sustentan.
En esto queremos ser claros. Es indispensable atender la emergencia a la que hemos sido arrojados mediante auxilios inmediatos. Pero esas políticas deben depender de una lógica estratégica de replanteo de la economía en sus objetivos, de la modalidad en que se construyen las formas de producción y el uso de las tecnologías reorganizando la matriz productiva nacional sobre los parámetros de justicia social e independencia.
Para ello hay que tener en cuenta el contexto internacional, el status tecnológico de partida, las nuevas tecnologías de la comunicación y el transporte, los criterios de articulación de necesidades y productos para constatar la justicia en el intercambio.
Esto no puede concebirse desde soluciones de “desarrollo local”, ni es la sumatoria de un emprendimiento más otro y otro. Una economía al servicio de las necesidades del pueblo y de una estrategia nacional y latinoamericana, estará dada por el fortalecimiento de los valores que los movimientos sociales han replanteado y la construcción de metodologías de producción y relaciones económicas basadas en esa lógica social.
Decimos entonces que no hay autogestión social de la economía sin una estrategia popular de construcción de experiencias en circuito y subsistemas económicos que disputen el espacio de la economía a las empresas construida desde la lógica de renta.
No hay avance de las clases trabajadoras en la disputa económica salarial  en el orden de las relaciones de empleo, mientras las patronales cuenten, allí afuera, al alcance de la mano con un ejército de desocupados, dispersos y desorganizados, hambrientos y  dispuestos a vender su escasa fuerza de trabajo cada vez más descalificada por unas monedas y en cualquier condición contractual.
Por eso esta propuesta de rescatar y mejorar técnicamente las formas de construcción popular de la economía no se desliga de la necesaria unidad conceptual y estratégica con la lucha sindical en el espacio de las formas clásicas de empleo.
Políticamente estamos hablando de construir organización económica con nuevos valores basados en las experiencias que el pueblo generó como iniciativas. No estamos hablando de economías alternativas, economía social ni desarrollo local, estos conceptos tomados de la lógica de los espacios vacíos, de la exclusión y el paradigma del “atraso” respecto del desarrollo capitalista a la usanza de los más “avanzados”, no es nuestra plataforma teórica, porque tampoco surge de la práctica popular.
Estamos poniendo en discusión las experiencias realizadas por los trabajadores para potenciarlas en la disputa del único espacio económico, que es el real y concreto, con todas sus contradicciones, que hoy esta organizado según los principios y formas del sistema capitalista.
Un emprendimiento barrial, una empresa recuperada, una familia campesina, no significan autogestión social de la economía, son experiencias de autogestión productiva, que puede resultar en autogestión social de la economía si se articula en una estrategia de ocupación y disputa de espacios económicos y sociales. El carácter de respuesta a necesidades urgentes, la lógica colectiva y popular, los valores y la práctica que las sostienen es lo que debemos rescatar para construir sobre esa base material concreta, la estrategia faltante. Es parte del debate que proponemos en la práctica y la construcción de la Organización nacional de los Trabajadores Autogestionados desde la FETIA – CTA. Este extenso campo de experiencias en todo el país, significa un gran cimiento de recursos, prácticas, conocimiento, saberes, procesos probados, cuadros y compañeros en acción que planteamos debemos reconocer dispersos y que necesariamente habría que articular en el debate y la construcción popular. Aún manteniendo su identidad política y su modalidad de actividad.
Entendemos que tener en claro esto, es reconocer que la disputa es política, porque es una disputa entre clases por el control de la organización de los recursos y factores de la economía, según objetivos y relaciones sociales diferentes y antagónicas. No es la sumatoria de casos sino la sistematicidad que obtengamos en sus relaciones y en el carácter político con que obtengan de conjunto nuevas condiciones jurídicas, fiscales, económicas y sociales.
La lucha se presenta entonces en la búsqueda del bienestar como resultado de una economía construida desde la justicia social que desplace definitivamente del espacio económico a la lógica e intereses de renta y apropiación individual y concentración de la riqueza.
Nosotros hablamos de la Autogestión Social de la Economía como una propuesta de construcción política emanada de la práctica de la clase trabajadora para satisfacer sus necesidades. Discutimos con aquellos que consideran estas experiencias como algo circunstancial y pasajero, muchos de ellos ya desarrollan el discurso de su final, incluidos muchos que utilizan la recuperación de empresas como bandera de agitación y presencia en los medios. Nosotros lo visualizamos en cambio como una plataforma práctica de carácter estratégico, que debemos cultivar, mejorar, sistematizar y unir a otras estrategias de la clase trabajadora en el camino de su liberación social.
Muchos desde lo político y lo sindical dentro del campo popular siguen pensando que habrá un retorno a las formas fordistas de organización de la producción con grande fábricas y grandes sindicatos, donde se reconstruya la relación de empleo perdida y cada uno vuelva a sus roles en la disputa por un capitalismo más bueno y equitativo.

Puestos a mirar el contexto económico y político internacional como trasfondo del proceso nacional en el que estamos presentes con las experiencias de autogestión, difícilmente se pueda leer la posibilidad de vuelta atrás en las relaciones económicas, sociales y políticas, tanto en sus modos como en su volumen. Puede salir hacia nuevas formas capitalistas o nuevas maneras de relación pero estimamos que nunca se obtendrán aquellas viejas condiciones en la realidad actual ni futura.
Basta con mirar las transformaciones tecnológicas y sus consecuencias en los diferentes campos de la economía y la cultura. El proceso de concentración capitalista destruye trabajo y capital. Aquel conurbano de miles de pequeños talleres traccionados por grandes fábricas, difícilmente regrese en la misma conformación. Fundamentalmente porque no habrá inversiones en el sentido de satisfacción de mercado interno, más allá de paños fríos a la convulsión social través de los programas del Banco Mundial, o lisa y llanamente a la contracción represiva  de los palos y la desocupación. No se ve aparecer un proyecto nacional liderado por la burguesía. Lo que si se ven son las experiencias e iniciativas transformadoras de la clase trabajadora.
Tales experiencias nacen desde la necesidad y la respuesta de supervivencia. La toma de la planta en la recuperación de empresas es el acto natural de la clase trabajadora como resultado de su conciencia en sí. El microemprendimiento, el trabajo aportado en el movimiento son prácticas válidas, la toma de una planta para su recuperación son parte de las condiciones materiales  de la conciencia en sí de la clase trabajadora.
El proceso de autogestión que deviene de esa actitud y de esos actos de clase, ya es otra cosa. Es la construcción de modalidades y formas concretas de gestión, de organización de los factores de la economía, de conducción de la organización del trabajo social. Estos procesos implican contar con capacidad técnica, aprovechar los saberes y conocimiento adquirido por la experiencia, articular con otras fuerzas sociales y apropiarse de los avances científico tecnológicos vedados hasta ahora a la clase trabajadora.
Esto es lo que llamamos autogestión social de la economía. Un proceso de construcción desde la práctica, un rescate de la experiencia colectiva y los valores comunitarios que la sustentan.
*Rufino Almeida: responsable de Empresas Autogestionadas en la Federación de Trabajadores de la Industria y Afines de la CTA

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