El Protocolo de Kyoto y los Cambios Climáticos.

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Roberto C. Grana*

 Los aspectos más importantes que se discutieron, en la décima Convención por el cambio climático realizada en Buenos Aires, están relacionados con la puesta en vigencia a partir del año 2005 del Protocolo de Kyoto que tiene como objetivo: reducir la emisión de gases dióxido de carbono, gas metano, óxido nitroso y otros; disminuir así, los efectos de invernadero que coadyuvan a elevar la temperatura media planetaria y, contribuir a atenuar la tendencia hacia cambios climáticos importantes.

     El aumento del dióxido de carbono en la atmósfera se verifica desde el inicio de la era industrial, pero a partir de 1950, se ha observado que  el incremento de este gas en la atmósfera se aproxima al 40%. Este aumento en la emisión de gases, polvos y partículas, ya ha elevado la temperatura media planetaria en 0,6° C. La continuidad de este ascenso de la temperatura generará cambios cualitativos en el clima de las diversas regiones, que pondrán en peligro las actuales condiciones de existencia de las poblaciones humanas. Es por estos motivos, que la meta establecida en el Protocolo de Kyoto de reducir la emisión a los niveles del año 1990 es un objetivo mínimo para evitar males mayores. De lograrse esta meta mínima en la disminución de gases a la atmósfera, se podría conseguir que la temperatura media global, en los próximos años, se incremente solo en 1,2° C o 1,3°C.

     Si todos los países, y particularmente los de mayor crecimiento económico e industrial,  cumplen con las cuotas de reducción de gases de invernadero establecidas por el protocolo de Kyoto, se podrían contrarrestar: los efectos de invernadero, el descenso e inestabilidad de los cascos polares y de los glaciares del hemisferio Sur, el ascenso del nivel de los océanos, las inundaciones, la alteración de los centros de alta y baja presión atmosférica, la mayor periodicidad, velocidad y amplitud de las diferentes clases de tornados, la escasez de agua potable y de alimentos, las sequías, etc.

     Pero aún logrando estos objetivos del Protocolo de Kyoto, todos los indicios permiten deducir que para la humanidad y, en particular para los pueblos más pobres de América Latina, del sur de Africa, del sudeste asiático y del sur de Asia, las condiciones ecológicas y socio – ambientales serán bastante peores que las actuales. 

     La actividad económica de Estados Unidos de América genera aproximadamente el 36% del total de las emisiones de gases de invernadero. Este alto porcentaje en la emisión de gases a la atmósfera demuestra, sin dejar lugar a dudas, la gran  responsabilidad de EEUU ante las catástrofes naturales y sociales de origen antrópico que puedan suceder. Por consiguiente, no firmar y comprometerse con las metas mínimas propuestas en el Protocolo de Kyoto, es un crimen ecológico contra la humanidad.

     El pueblo norteamericano, ya ha sufrido además de la violencia de los tornados, la muerte de  1500 personas al año por olas de calor. Por consiguiente, la actitud del gobierno norteamericano, no se puede explicar en aras de la defensa de los intereses de su pueblo, y sí por el estrecho vínculo político y económico con las empresas capitalistas transnacionales que obtienen considerables ganancias con el negocio del petróleo y de la industria automotriz. 
 
     Asimismo, es evidente el descrédito del gobierno de Estados Unidos de América, en Europa y en el resto del mundo, debido a su política belicista y a su actitud ante el protocolo de Kyoto. En Europa las altas temperaturas produjeron en el año 2003 alrededor de 30.000 muertes.  En consecuencia, las acciones voluntarias como una política alternativa que plantea el gobierno de EEUU, son una maniobra para atenuar el repudio generalizado que genera no firmar estos compromisos mínimos para reducir la emisión de gases, y negarse a tratar la agenda de reuniones y medidas para el año 2012, año en que vence el Protocolo de Kyoto.

      Si el gobierno de Estados Unidos de América, no ratifica los acuerdos mínimos fijados en el Protocolo de Kyoto, la temperatura media en nuestra casa tierra se podría elevar en las próximas décadas a más de 2°C y al finalizar el siglo, los aumentos de la misma podrían oscilar entre 1,4°C y 5,8°C, según estimaciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático –IPCC-. Este ascenso de la temperatura media planetaria causaría cambios climáticos que agravarían hasta límites difíciles de prever, las catástrofes naturales, sociales y humanas ya señaladas.

     Asimismo, hay que denunciar en el protocolo de Kyoto los bonos verdes como una trampa imperialista para los países de menor crecimiento económico, ya que los bonos verdes  son un instrumento de canje para que los países centrales del sistema capitalista sigan emitiendo igual o mayor cantidad de gases a costa, en muchos casos, de sacrificar la actividad económica industrial de los países periféricos.

     La secretaria ejecutiva de la convención realizada en Buenos Aires Joke Waller Hunter, se refiere indirectamente a este sacrificio de los pueblos más pobres, cuando dice: “los países menos adelantados son los que más han avanzado”, queriendo transformar en un mérito los resultados de políticas neocoloniales que persiguen destruir o evitar los procesos de industrialización en nuestros países, como ocurrió en la Argentina, principalmente a partir de 1976 y con ritmo acelerado en la década del 90. Esta misma funcionaria, ó casualidad!, había destacado días atrás: “que Estados Unidos ha hecho un aporte muy importante a los esfuerzos de todo el mundo para afrontar el cambio climático” al referirse a las promesas de acciones voluntarias, ya analizadas anteriormente.

     La resolución de estos problemas de alta complejidad, vinculados con las propias condiciones de existencia de la humanidad, habría que resolverlos por vía del desarrollo humano sostenible para todos  y no  renunciando a la ocupación plena y a la actividad industrial en los países más pobres. En las últimas décadas nuestros pueblos se han empobrecido y sin embargo, los problemas ecoambientales en el mundo se han agravado.

     Afirmar lo anterior, no significa no involucrarnos en la búsqueda de soluciones para un problema planetario y cardinal para las generaciones de hoy y del futuro. La Argentina y los países más pobres tienen una responsabilidad mucho menor en la aparición y resolución de esta tendencia hacia cambios climáticos negativos para las condiciones de existencia de las poblaciones humanas. Pero es obvio, que todos debemos comprometernos para evitar males mayores. En nuestro país, la implementación de un proyecto nacional soberano con mayor justicia social y participación comunitaria, en un marco de integración regional y latinoamericana, sería el fundamento estratégico para contribuir a encontrar soluciones para los problemas que estamos tratando.

     Este proyecto de País, debería contemplar la descentralización económica y demográfica, poblando todo el territorio y facilitando el traslado de poblaciones que habitan regiones con mayores riesgos de ser afectadas por inundaciones y otras catástrofes naturales. Entre otras medidas, que sería largo de enumerar, habría que mejorar el transporte  público, disminuir el uso del automóvil individual, y reemplazar paulatinamente las fuentes fósiles y nucleares de energía por generadores eólicos, solares y marítimos. Por consiguiente, se hace necesario, recuperar para el patrimonio nacional las empresas de energía, descentralizar la generación y distribución y promover la participación comunitaria en la gestión de las nuevas empresas nacionales del pueblo.

     Los ciudadanos, a través de diversas instituciones y movimientos, deberíamos comprometernos y participar para construir ese proyecto de país soberano, con justicia social. Comenzar el cambio por nosotros mismos, desarrollando valores para construir nuevas relaciones interhumanas y de nuestra sociedad con la naturaleza, donde los bienes materiales y la economía estén al servicio de nuestro desarrollo humano integral.

     Entre las diferentes instituciones, quiero señalar particularmente las instituciones educativas y la Universidad, como espacios muy apropiados para debatir e influir sobre los grandes problemas de nuestra época y para facilitar el protagonismo de la comunidad. Habría que estudiar como vincular los planes de estudio de las diversas carreras con la temática ecológica y ambiental. Asimismo desde extensión universitaria es mucho lo que se puede hacer para contribuir al conocimiento y reflexión crítica de la población, sobre problemas, que como los de cambio climático, se vinculan con la construcción social del ambiente natural, socio – cultural y la dinámica ecosistémica que lo sostiene.

     Ante los cambios climáticos, la Argentina puede ser afectada por el aumento de las precipitaciones e inundaciones; el deshielo de sus glaciares, por sequías prolongadas en algunas regiones, agudización de problemas en las grandes ciudades, aparición de epidemias y de nuevos problemas de salud de la población, etc.

     Nuestro país dispone de distintos tipos de climas por su extensión, todo indica que las regiones de clima templado podrían comenzar a tener características de climas subtropicales y tropicales. Asimismo podrían intensificarse procesos de erosión de suelos y desertificación ya existentes. Un dato a tener en cuenta es lo que sucede en el sur del Aconcagua – 6.962 metros de altura – donde la temperatura en el mes de diciembre oscila entre 10 y 20°C bajo cero, hubo días, en diciembre del 2004 con 20°C sobre cero, lo que originó el desprendimiento de grandes bloques de hielo.  Aunque ante problemas de alta complejidad como los que analizamos los pronósticos son difíciles y en consecuencia lo que corresponde es prudencia, prevención y participación

*Roberto C. Grana
Biólogo – Ecólogo – Dr. en Psicología Social
Evaluador experto en la disciplina Biología – subdisciplina Ecología designado por la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria –CONEAU- con N° de Registro 1860: Registro compartido por la Secretaría de Políticas Universitarias del MECyT y la Agencia de Acreditación de España – ANECA –

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