Discurso: retórica, justificación, mentira, prepotencia, enojo…

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Acerca del Discurso del 01.03.2019 de MM.

Muchos escuchamos el discurso del 1° de marzo, tratando de prestar atención a lo que podía manifestar un Presidente en la Apertura de las sesiones Ordinarias en el Congreso Nacional.
A todos algo nos produjo en el cuerpo, en la mente, en nuestro espíritu. Algunos quisimos comprender de qué se trataba esta cantidad de palabras dichas verborrágicamente, muy mal expresadas, tratando de entender las frases pronunciadas y el significado de lo que escuchábamos.
A mí me produce mucha angustia, comprobar que quien habla y genera todas estas sensaciones, es nada menos que el Presidente que nos gobierna desde hace casi 3 años y medio, y que fue elegido por la mayoría de la población. No sabían los que lo votaron quién era, cómo era, como
hablaba, qué valores tenía, cómo se relacionaba con la gente, con la familia, con los subordinados, con las autoridades?… Cómo leía, cómo se trastatabillaba, como se confundía al leer?…
Es posible pensar que quien no puede utilizar el lenguaje, no puede estar capacitado para dirigir los destinos de un país. Ya que para esto se requiere una capacidad de organizar, administrar y dirigir situaciones que se pueden ir suscitando a lo largo de ese gobierno. Nos alerta sobre una
mente perturbada que pareciera que sólo se preocupa por despreciar al otro, no importa quien sea.
Creo que despierta muchas sensaciones difíciles de compartir y discernir. Pero me gustaría reflexionar algunas cosas que me surgieron mientras lo escuchaba y leía las diferentes reacciones de algunas personas, que tratamos de repensar este acontecimiento vivido, para lograr poner un
orden en nuestras propias mentes.
Coincido con Sergio Zabalza cuando él menciona que es una posición perversa cuando sentimos que él se dirige al auditorio casi manifestándonos: “Ya sé, pero no me importa, me da igual”, “Ya
sé que sufrís, pero tu dolor no interesa” o la más perversa por lo poco aceptable para el que escucha “Ya sé que miento, pero esto no cuenta”. Es la manera de hacernos sentir a los que escuchamos, que debemos ser arrasados en nuestra condición como sujetos de palabra. “Es por
tu bien” mientras lastima y destruye. Cuando alguien nos miente, nos duele. Deja en el otro, una sensación de dolor, de tristeza, que muchas veces no alcanza a dimensionarse, pero que no es agradable.
Este discurso, al decir de Jorge Alemán, es el de un psicópata, que niega, tergiversa la realidad del acontecer cotidiano que él provoca y termina enloqueciendo al interlocutor. Pone en ejecución la manipulación y la crueldad, que es propia de quien se siente superior a su víctima. Genera en él una confusión, culpa y sentimiento demoledor de impotencia.

Esta angustia que nos provoca, como dice Freud, es el alerta de que está en peligro nuestra condición ética. Debemos tenerla en cuenta, para saber que es posible reaccionar de una manera diferente a lo que nos provoca este lenguaje.
Llega un momento en que las víctimas de este juego perverso, comienzan a registrar el daño que se está provocando en ellos y se dan cuenta de su propia fuerza, y la posibilidad de reaccionar frente al avasallamiento que vienen soportando. Esta es la pesadilla del psicópata.
Es por esto que necesitan, reafirmando su propia trampa, la manera de manifestarse enérgicamente, gritar y exasperarse para imponer con este estilo autoritario, aquello que resulta impensado.
Este nivel de pensamiento nos debe ayudar a transformar la angustia en diálogos, encuentros, convocatorias, acciones creativas , reflexiones e intercambios grupales. Esta sería la manera de dar vuelta este discurso y transformarlo en algo productivo y sanador, en función de seguir
instrumentando nuestra posibilidad ideativa al servicio de la comunidad.
Todos los que estamos trabajando para cambiar este modelo de funcionamiento en el país,
debemos ser conscientes, que ganemos o perdamos, debemos seguir trabajando mucho más, para que los cambios posibles que puedan darse sigan su curso o puedan afianzarse para sostener un país más sustentable que incluya a todos los seres humanos. El enemigo es muy fuerte, y nosotros debemos dar una batalla contundente, hoy, siempre, todos los días.

Por Monserrat Olivera

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