CARTA DE NUESTRO LECTOR ERNESTO HALABI*

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Ernesto Halabi nos ha hecho llegar una opinión crítica respecto de tres artículos publicados en nuestro nº 83. Hemos decidido publicar la opinión de Halabi, en parte porque queremos estimular la correspondencia de nuestros lectores, pero además porque sus argumentos coinciden con la crítica opositora de sectores de todo el espectro ideológico y podemos así estimular el debate.

Leí en Tesis 11 Nº 83 los artículos de Mendoza, Goransky y Rozycki, y como no concuerdo con lo allí expuesto, quiero formular algunas apreciaciones. Antes creo necesario hacer unas aclaraciones: desde mi lejana adolescencia, he compartido y comparto aún, los objetivos formulados por esos autores: independencia económica, progreso social y una equitativa distribución de la riqueza, por lo que no podrá calificárseme ni “de derecha que pretende atacar encarnizadamente a este gobierno”, ni de “ultraizquierda que le hace el caldo gordo a la derecha”. Aquí, mis opiniones.
Los indicadores económicos. Se señalan como elementos positivos la evolución de los indicadores económicos, con un tipo de cambio alto que protege el mercado interno, un muy buen superávit fiscal, una balanza de pagos favorable, la solidez de reservas del BCRA, la no emisión de deuda pública, etc. No quiero ser mezquino ni dejar de admitir los “evidentes progresos sociales”, pero considero muy ingenuo atribuir esos elementos sólo a una política deliberada del actual gobierno. El crecimiento de los últimos 4 años se ha dado en el contexto global más favorable desde la posguerra, con bajas tasas de interés, un alto crecimiento de las economías asiáticas y sostenidos precios de los commodities. En el 2005 de los 220 países del mundo, crecieron 200: Haití creció al 3%, Africa Subsahariana al 5% y Cuba tuvo el mayor índice de la región, el 12,5 %.
El boom exportador. Tampoco se generó por la gestión del gobierno. Su aumento se debe al actual ciclo económico mundial, impulsado por el alto crecimiento de los países asiáticos, en particular India y China (10,4 % en 2006), que demandan productos primarios (cereales, carme, minerales y petróleo) que nosotros producimos. Por eso es erróneo atribuir al gobierno ese incremento, más aún cuando no se han superado los niveles de producción agraria e industrial que teníamos en 1997.
El superavit fiscal. Resulta de las retenciones a las exportaciones -incrementadas por el dólar sobrevaluado-, el retrógrado IVA, cuyos principales contribuyentes son las clases de menores recursos, el impuesto al cheque inventado por Cavallo, y un Impuesto a las Ganancias que no grava los grandes capitales especulativos sino los salarios, ya que el mínimo imponible es excesivamente bajo y hasta ahora -pese a las promesas de Kirchner al asumir- no ha sido modificado (excepto casos aislados, como los obreros petroleros del sur).
La obra pública. No se ha concretado ni en un 10 % de lo prometido en el 2003. ¿Donde está la reconstrucción de los 98.000 Km. de vías férreas que tenía el país antes de la privatización? ¿Y las miles de viviendas y equipamientos de barrios populares? ¿Y las autopistas de Rosario a Córdoba y de Buenos Aires a Mendoza? ¿Dónde los cientos de escuelas y hospitales? ¿Y las nuevas cárceles? Nada se ha cumplido y sólo se pueden resaltar los negociados y los generosos subsidios a las privatizadas. En 2006 recibieron 2300 millones de dólares y en el 2007 los aportes a las empresas ferroviarias, que no se reflejará en la mejora de los servicios que sólo prestan -y mal- en el conurbano bonaerense, subirá a $2.250 millones, los colectivos recibirán $1.680 y $1.900 las empresas de energía. Ello mientras el Estado pierde de recaudar $4.500 millones por distintas exenciones y sin contar los $ 130 millones regalados a las obras sociales sindicales, ni los U$D 230 millones a  los camioneros, ni las desastrosas experiencias de crear y subvencionar empresas truchas como LAFSA o Southern Winds.
La crisis energética. Es cierto que se han encarado algunas medidas para paliar la crisis energética producida por la falta de inversiones y por el incremento de la demanda interna. Pero las tarifas de esos servicios para las clases medias y altas no aumentaron ni un centavo (son las más bajas del continente), pero las garrafas de gas que consumen 18 millones de personas subieron más del 180 %. Algunas de esas obras han generado además grandes sospechas de corrupción, como el caso de la empresa Skanska, que iba a construir el gasoducto del norte y la renovación del contrato con Aeropuertos 2000.
La inflación. La actual  “convertibilidad” que supera los $ 3, junto con la presión salarial y los aumentos de los precios producto de la mayor demanda y el afán de lucro de los productores, necesariamente provocan inflación. El método empleado por el gobierno, presionando a los empresarios, no tienen nada de original y ya fue probado por diversos gobiernos sin éxito (Perón en 1952, Gelbard en 1974). Es evidente que el control de precios no ha dado el resultado perseguido en la canasta básica de alimentos y menos en la carne, que bajó de precio en Liniers pero no en las carnicerías.
La emisión de bonos externos. Se dice que no hay emisión de deuda externa y esto es falso, por cuanto el BCRA emite bonos externos, como los Lebac y Nobac que equivalen al 40% de sus reservas, algunos en dólares y con un interés anual del 10 al 13 %. Mendoza comenta sobre los bonos vendidos a Venezuela, sin mencionar que Chávez concreta un gran negocio al comprarlos con dólares al tipo oficial y luego venderlos en el mercado negro, con un sobreprecio superior al 30 %.
Conclusión. Lo que no advierten Mendoza, Goransky ni Rozycki, es que no se observa en el actual gobierno voluntad de cambiar la distribución de la riqueza, a menos que piensen que se logrará con más planes Jefes y Jefas o amenazando a los empresarios con Moreno o deformando torpemente los índices que elabora el INDEC. Casi 9 millones de trabajadores cobran menos que la canasta básica estimada por INDEC en $ 914 y la brecha entre ricos y pobres, que en 2002 era de 31 veces, hoy está en 25,8, por arriba del 24,1 de la crisis de 2001 y del 20 promedio en los 90. En el 3er. trimestre de 2006 el 26,4% de la población vivía en la pobreza, índice que incrementó en el 4º trimestre al 27,1, es decir más de 14 millones de compatriotas.
La pesificación de enero de 2002 produjo una fuerte transferencia de ingresos desde los sectores de menores recursos y “en pesos”, a los endeudados “en dólares” y generó el mayor aumento de la pobreza de nuestra historia. En cinco años no hemos recuperado los niveles previos, y se ha consolidado un esquema de distribución cada vez más desigual, porque no existe una política seria tendiente a revertir esa dramática situación de marginación en la que viven millones de compatriotas.
Es cierto que hubo aumentos salariales (incluido el básico de $ 800), pero éstos benefician sólo al 20 % de los que trabajan en blanco, no al 80% que trabaja en negro, y que vio caer su salario real dado el proceso inflacionario, contenido artificialmente mediante la manipulación de datos del INDEC y los controles de precios.
La desocupación es un 2,4% más de lo que declaran las cifras oficiales, pues incluyen como ocupados a aquellos que reciben los planes Jefas y Jefes de Hogar. Por otra parte, el descenso de la pobreza y aún más de la indigencia, reposa sobre un nivel de subsidios sin precedentes, expresado por un gasto público de $70 mil millones y un record de empleo público: un 21,2% de la población dependiendo de los presupuestos estatales. Si sumamos a quienes reciben subsidios, resulta que el 25,5% de la población en condiciones de trabajar depende de los ingresos del Estado, lo que explica la elevada presión fiscal actual.
Por último, si 800.000 nuevos puestos de trabajo en un año es muy importante, resulta insuficiente frente al desempleo actual. 6,3 millones de personas están desempleadas y otros 3,8 millones desearían trabajar más. Por ello es necesario crear 8,2 millones de nuevos empleos, casi diez veces más de los creados en 2006 con una economía creciendo al 9% anual, objetivo de difícil alcance, en especial si no se lo propuso el gobierno.
En otra oportunidad, si Tesis 11 lo consiente, diré mis opiniones sobre los temas políticos.

*Ernesto Halabi, abogado, ex-docente universitario.

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