Balance y perspectivas del gobierno kirchnerista.

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CARLOS MENDOZA*

Respuesta de Carlos Mendoza a un cuestionario del ISEPCI (instituto de investigación social, económica y política ciudadana), vinculado al movimiento Libres del Sur.


ISEPCI –¿Cual es el balance que hace sobre la evolución económica de la Argentina del 2003 al 2007?
C. M. –Para hacer un balance de la evolución económica durante la gestión de un gobierno hay que considerar las condiciones concretas en que se desarrolló la misma, particularmente las relaciones de fuerzas sociopolíticas local e internacional. En tal sentido, hay que recordar que Kirchner asumió con sólo el 22% de los votos en primera vuelta, sin estructura política propia a nivel nacional, sin que hubiera tampoco una fuerza política popular organizada y movilizada importante y con graves problemas a resolver, particularmente en el plano social, como niveles récord de desempleo y subempleo, pobreza e indigencia y trabajo en negro. A ésto se agregaba el muy importante asunto del default en el pago de la deuda externa, lo cual a su vez limitaba severamente el campo de maniobra externo del gobierno argentino.

Lo que resulta particularmente destacable en Kirchner es la valoración que hizo del momento y de las posibilidades realistas que tenía, si quería llevar adelante el gobierno de carácter progresista que dijo
proponerse. Desde la campaña electoral del 2003 dió a conocer su idea de impulsar un «capitalismo normal
», explicado como desarrollo del mercado interno, privilegiando la industria, con inclusión social y con integración latinoamericana a través del MERCOSUR. Esto mediante políticas neokeynesianas, recuperando la intervención y el rol regulador del Estado, donde se destacan un tipo de cambio alto para proteger el mercado interno e impulsar las exportaciones y la aplicación de retenciones crecientes a las exportaciones de hidrocarburos y agropecuarias, aprovechando la demanda y nivel de precios crecientes en el mercado mundial. Esto se complementó con una ríspida reestructuración de la deuda externa con el sector privado, que logró imponer el gobierno, partiendo de destinar no más del 3% del PBI para pagar servicios de la deuda, lo que resultó fundamental para que quedara saldo fiscal disponible para gasto social e inversiones.

A su vez, la cancelación de la deuda con el FMI permitió independizarse de los acuerdos con el mismo
y aplicar libremente la política económica propia.
En política exterior, en las relaciones económicas, se destaca el acento puesto en el MERCOSUR,
con alianza estratégica con el Brasil de Lula, el desbaratamiento del ALCA, acuerdos energéticos principalmente con la Venezuela de Chavez y la Bolivia de Evo y en general el apoyo concreto a los gobiernos progresistas de la región mediante acuerdos económicos concretos.
Hay que tener en cuenta la enorme presión que el establishment nacional e internacional neoliberal hizo contra el programa de gobierno, para valorar adecuadamente los resultados conocidos de alto crecimiento económico, significativa mejora de los indicadores sociales y mayor independencia económica nacional.

Esto se combinó con altos superávits fiscal, comercial y de la balanza de pagos e importante acumulación de reservas lo que, entre otras cosas, permitió que Argentina atravesara en forma relativamente indemne la última crisis financiera internacional originada en el 2007.
El balance me da claramente positivo, a pesar de errores a veces graves, como la manipulación del INDEC, la modificación del Consejo de la Magistratura en favor del oficialismo, los superpoderes, los casos de presunta corrupción y otros asuntos.
¿Cuáles son los desafíos que considera principales para la economía de nuestro país en la etapa que se abre?
Cristina ha explicado que continuará con el plan del «capitalismo normal», pero profundizando la redistribución del ingreso.

El principal desafío es como lograr esto sin que el crecimiento de la inflación, que se viene produciendo desde hace un año, termine con la estabilidad del plan y en particular provoque la regresión de los avances logrados hasta aquí en cuanto a inclusión social. Seguir logrando altas tasas de crecimiento, basadas en el aumento del consumo, mediante recomposición de salarios y jubilaciones, gasto social y obra pública, sin que aumente la inflación, es como encontrarle la cuadratura al círculo, teniendo en cuenta que tenemos una economía donde los principales insumos, que entran en el resto de la producción de bienes y servicios, están en manos de monopolios y oligopolios y donde los productos alimenticios se pueden exportar en su totalidad,
a precios internacionales crecientes, que los sectores agropecuarios tratan de trasladar a los precios
locales.

Cristina ha anunciado su idea de un acuerdo económico social, entre el Estado los sindicatos y las
cámaras empresarias, para establecer criterios, objetivos y parámetros principales de la economía, lo que
debería establecer la posibilidad de que el empresariado acepte mantener precios y tarifas, mientras suben gradualmente salarios, jubilaciones y pensiones, basado esto en que podrían compensar menor ganancia por unidad por mayor cantidad de unidades vendidas, gracias al alto crecimiento económico impulsado por el aumento del consumo. Este camino se ha venido intentando en los dos últimos años, con aceptable resultado en el 2006 y pobre resultado en el 2007, aunque con aplicación mucho menos sistemática que lo que permitiría un acuerdo económico social como el enunciado.

El tema es que si fracasara la estrategia del acuerdo económico social, el gobierno podría enfrentarse con la disyuntiva de, o bien tener que avanzar contra los monopolios y grandes exportadores agropecuarios, para controlar el tema inflacionario o, en su defecto, instrumentar medidas ortodoxas de enfriamiento de la economía, mediante caída del consumo y obra pública, como pretenden los sectores neoliberales, lo cual revertiría el actual círculo virtuoso de crecimiento con inclusión social. El acuerdo económico social aparece así casi como la bala de plata que tiene el gobierno para matar al monstruo inflacionario.

¿Cuál es a su juicio la relación entre la acumulación político-social del campo popular y la agenda económica del gobierno entrante?
Para sostener su proyecto de «capitalismo normal», Kirchner construyó poder político desde arriba y básicamente con quienes tenían poder territorial, como gobernadores e intendentes y con quienes controlan la masa sindical más importante, que son los dirigentes de la CGT. La popularidad que supo ganar en la opinión pública y el hecho de «estar líquido», como le gusta decir, fueron determinantes para que muchos de estos estos sectores, que viven aferrados a la política y tienen un muy pragmático sentido del poder, decidieran que había que apoyarlo.

También se sumaron organizaciones sociales y personalidades progresistas, que lo apoyan porque apuestan
al proyecto y a su eventual profundización, pero no son los sectores con más peso en la construcción
kirchnerista. Si de lo que se trata es de mantener el proyecto del «capitalismo normal», con ciertas mejoras en lo institucional y en la distribución del ingreso, como promete Cristina, la construcción política kirchnerista
actual puede seguir siendo suficiente. Pero si, inflación mediante, hubiera que enfrentar a los sectores
monopolistas y grandes grupos agropecuarios y a sus conexiones con la mayoría de los medios de comunicación, es muy probable que muchos de los sectores de la política y el sindicalismo tradicional crucen de vereda más pronto que tarde. Eso mismo sucedería si no hubiera tal intención de confrontar con los monopolios y se terminaran aplicando impopulares políticas de ajuste, para parar la inflación.

Solo que en ese caso también se irían, con toda lógica, los sectores progresistas que apoyan al kirchnerismo.
En cuanto a la posibilidad de que este proceso, dirigido tan verticalmente por los Kirchner, evolucione
hacia objetivos más radicalmente progresistas, eso es extremadamente difícil, porque ellos mismos
han afirmado repetidamente que no tienen intención de avanzar más allá del anunciado «capitalismo normal».
Sin embargo, los sectores progresistas no deberíamos cesar en nuestra lucha por objetivos estratégicos
superadores de nuestra realidad estructural actual, tales como profunda redistribución de la riqueza,
libertad sindical, recuperación de sectores básicos como el de hidrocarburos, reforma agraria, establecimiento
de un sistema permanente de empleo y formación, democratización de la gestión, mediante la participación

en la misma de asalariados y usuarios, para la aplicación de nuevos criterios de regulación económica basados en la eficiencia social y no sólo en la rentabilidad financiera y otros. Pero para ello se requiere de una profunda modificación de la relación de fuerzas en favor del pueblo, para lo que es imperativo construir un espacio sociopolítico de nuevo tipo, ampliamente plural, basado en el desarrollo de la democracia participativa, territorializado y construido de abajo hacia arriba, capaz de elevar la conciencia popular, condición indispensable para provocar el compromiso activo de los sectores populares en pos de esos objetivos. En cuanto a esto, se está aun muy lejos, aunque existen numerosas organizaciones sociales, sindicales, culturales y políticas, que potencialmente podrían confluir en un espacio político de ese tipo,

como ya sucedió en Brasil con el PT y en Uruguay con el Frente Amplio, por ejemplo.
Está la CTA, hay organizaciones con tradición combativa en la CGT, particularmente las que constituyeron
la recordada CGT de los Argentinos y hay organizaciones culturales, políticas y sociales, como Libres del Sur, solo por dar un ejemplo. Hay miles de militantes, de diversos orígenes políticos, dispuestos a trabajar unidos, peronistas, radicales, socialistas, comunistas, socialcristianos, ecologistas, independientes y de todo el espectro popular. Pero para que sea posible hay que empezar por vincularse alrededor de esos objetivos estratégicos y no en función de la posición frente al actual gobierno. Se puede trabajar en conjunto por esa construcción estratégica, mientras se tiene distintas posiciones frente al actual gobierno.

Más aun, una construcción de ese tipo podría, entre otras cosas, defender lo positivo conseguido por el kirchnerismo en el gobierno e impulsar su profundización.

*Carlos Mendoza, ingeniero, especializado en
temas de economía política, escritor, miembro
del Consejo Editorial de la Asociación Civil-Cultural
Tesis 11

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