Ay, Bolivia en experiencia

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ADRIÁN BERARDI*

Ay, Bolivia!!! en experiencia

Un estado basado en el respeto e igualdad entre todos, con principios de soberanía, dignidad,
complementariedad, solidaridad, armonía y equidad en la distribución y redistribución del producto social, donde predomine la búsqueda de vivir bien; con respeto a la pluralidad, económica, social, jurídica, política y cultural de los habitantes de esta tierra; en convivencia colectiva con acceso al agua, trabajo, educación, salud, y vivienda para todos1.

He tenido el placer de conocer la Republica de Bolivia, ese país donde un líder sindical y miembro de una comunidad indígena tiene la responsabilidad de ser el presidente, no impuesto sino elegido por el pueblo.
El lugar donde una sociedad me mostró la forma de ser una comunidad. Al llegar, temprano por la mañana, a la cuidad fronteriza de Villazón, departamento de Potosí a unos mil kilómetros de la cuidad de La Paz, mis sensaciones corporales fueron miles, no sabía qué esperar, lo que sí tenía en cuenta era que lo que vería sería un país dividido políticamente y listo para los cambios radicales de un gobierno que busca la igualdad e integración social.

Ahora bien, pasado un corto tiempo, la primera imagen que me viene a la mente no es solo un departamento
de migraciones desordenado pero ágil, sino carteles afirmando una Bolivia libre de analfabetismo, hecho que sólo Cuba y Venezuela lograron en América Latina y el Caribe.
Unas cuantas cuadras separaban la frontera con Argentina de la terminal de micros, donde un bus me llevaría a la capital del departamento (provincia) de Potosí; ese viaje me demandaría diez horas en rutas de
tierras, sin un solo gramo de pavimento, entre cerros y desiertos.

La verdad es que cuando uno llega a un país que no conoce se deja guiar por los comentarios que le hicieron antes de partir a su viaje y, como era de esperar, nada de lo que dijeron se cumplió; puedo decir que mi segundo destino, antes de llegar a la capital de Potosí, fue el baño de la terminal de ómnibus de Villazón, y vaya sorpresa que me llevé!!!, en una ciudad de frontera, con tránsito constante, donde miles y miles de personas pasan por ahí todos los días, los baños de esa terminal estaban impecables, como los de casa, y así sería en todos los lugares donde por una u otra razón tuve que usar un baño público; usted pensará qué sentido tiene este comentario, yo le diré que mucho, la mítica glosa de los argentinos, que en su afán de seres superiores son capaces de insultar a un hermano boliviano diciéndole «negro sucio», no tiene cabida. `

Los bolivianos son muy higiénicos y ordenados; no sólo individualmente sino como sociedad y esto lo iré confirmado en el recorrido de más de mil kilómetros que realice en el país andino.
Como punto de partida mis hipótesis, de principiante, suponían encontrar un país emergente, con tantos
problemas como dudas, no solo políticos sino sociales, colectivos, dentro de la propia comunidad, pero todas
las prenociones establecidas al iniciar mi recorrido fueron siendo refutadas con el correr no de días, sino
apenas de horas. Luego de pasar por varias ciudades comencé a comprender la base endógena del país, su
raíz intrínseca imposible de negar y una unidad y comprensión social hasta ahora desconocida para mí; claro
que mi recorrido fue por las ciudades más pobres y más habitadas del país, evitando esa tan nombrada medialuna económicamente fuerte que conforma los departamentos de la zona este del país.

Mi viaje duró una semana durante el mes de febrero, mes de carnaval, donde durante unos cuantos días se deja salir al diablo, para festejar y luego se lo entierra bien hondo para que no se escape y espere hasta el próximo año. Este período temporal en el calendario es de vital importancia para las zonas andinas y Bolivia no es la excepción.
Ya en Potosí capital, luego de instalado en un alojamiento, comencé a recorrer calle por calle, y de pronto, jóvenes y orquestas bailando por las calles potosinas, con su espuma carnavalesca y una alegría inexplicable, nada de alcohol, nada de excesos, sólo baile, espuma, un poco de agua, y colores, muchos colores; desde el niño más pequeño hasta el joven más maduro, y por qué no algún padre, algún trabajador
con traje o mameluco, que en su hora de almuerzo no puede resistir la tentación y moja con nieve a alguna
jovenzuela que no niega el juego.

Sí, en un mundo globalizado donde todos creen que una computadora o un mp3 son las respuestas a las inquietudes de los chicos y adolescentes, Potosí demostró en la integridad de su sociedad, que aún y a pesar de la miseria y el destino determinado por la invasión y colonización española, tiene en sus adentros una sangre joven, sin violencia y una felicidad muchas veces envidiable, aunque sólo se deje ver en épocas de carnaval.

Claro que hay una base en Potosí que nadie puede negar, es el cerro, Cerro Chico, así lo llaman, el cual
durante la noche y lleno de colores y luces guía el camino de los potosinos, que ahora no son explotados en la mina de plata como lo hacían los españoles imperialistas, pero sí es ese cerro parte de su vida, no sólo como un elemento del paisaje, sino como una construcción social y también económica, y nadie dejar de ver a Cerro Chico como parte formante de la sociedad, y ¿por qué no? como un hermano mayor que los cuida y protege.

Ahora vemos dos razones en Potosí, el Cerro y su Carnaval. Pero para el que esté dispuesto a conocer, y cuando parta a sus pagos, luego de la visita a ésta increíble ciudad, no se olvide que lo rico de Potosí es su gente, su forma de vivir la vida entre pequeños colectivos, taxis y vendedores ambulantes de frutas, jugos,
y hasta golosinas a base de almendras, maní o bananas. Potosí guarda la tradición y la costumbre, guarda en el bolsillo de la coca (esa hoja sagrada y necesariamente útil para enfrentar las adversidades de los 3500 metros de altura sobre el nivel de mar) esas raíces que algunos países latinoamericanos vendieron al peor postor y fabricaron nuevas raíces de plata potosina, para venderle al turismo ingenuo una historia.

Luego de algunos días en Potosí, cuidad de la Plata y la moneda para los españoles, ciudad de la alegría para mí, partí en un viaje de más de 500 kilómetros a La Paz. Ahora si con rutas en mejores condiciones, ya terminadas (asfaltadas), mientras que aquellas que unen Potosí con Villazón, recién ahora, luego de
¿cuántos años? un gobierno se preocupa por mejorar y acondicionar. El viaje, nocturno, sólo me dejó ver algunas estrellas, pero me hizo sentir el frío de la altura, ese frío que esconden los cerros y que por la noche se escurre entre el adobe y el barro de las casas, y en esa aridez que determinan los caminos andinos, los hombres y mujeres cargan sus bolsos y recorren kilómetros para vender sus productos, a fin de reproducir esa vida de lucha y resistencia.

La llegada a La Paz no me sorprendió, aunque claro, esperaba una ciudad modernizada y agigantada, y en cambio encontré una ciudad muy poblada, un tanto ruidosa, con caminos que suben y bajan, pero con una sociedad firme en su tradición, en sus costumbres, en sus gracias y con una fuerza insoslayable. También
mi llegada fue en época de carnaval, donde se pasea por las calles céntricas en busca de una careta o un disfraz, para disfrutar con todas las luces el fin de semana de festejos y diversión brindada por el carnaval. Las calles de La Paz están pobladas de ferias y puestos callejeros que ofrecen desde frutas, legumbres o comidas al paso, hasta pequeños adornos, artesanías y demás cosas.

En las calles que recorren las ferias se pueden encontrar desde las tan nombradas cholitas hasta jóvenes
con ropa actual, hombres de trajes y mujeres de jean y musculosa, todos desde el más joven al más anciano
comparten el entusiasmo colectivo que brinda la fiesta de febrero. Al igual que en Potosí es imposible negar la
raíz endógena de la comunidad, el respeto por el otro y sus costumbres.
Sorprende ver a Bolivia de cerca, uno espera ciudades invadidas por la modernidad, y deseosas del progreso
que tanto detentaban los colonizadores y detentan los pos colonizadores, con sus mega empresas y su capital; sin embargo, la sociedad boliviana, o lo que vi de ella, sorprende en su tradición; la modernidad
compite con las costumbres de igual a igual, y por ahora no ha logrado imponerse, a diferencia de otras ciudades como Buenos Aires en Argentina o Distrito Federal en México donde la modernidad arrasó con la tradición y la costumbre, donde la posmodernidad se impone y el capital financiero internacional hizo caldo de
cultivo.

Tanto La Paz como Potosí han resistido triunfantemente a ese oscurecimiento y silenciamiento; es cierto que en décadas pasadas la sociedad boliviana sufrió la discriminación no solo interna sino también externa, pero a pesar de eso cada persona que camina por las calles andinas no muestra resentimiento, sino una fuerza inexplicable y una razón de ser que no está relacionada con la propiedad privada o el auto último modelo. Tan así son las cosas, que en un recorrido que realicé por la «calle de las brujas» donde se encuentra la feria de artesanos de La Paz, tuve una conversación con un artesano paceño que me dio las señales necesarias para iluminar lo que en estas líneas cuento. Mi pregunta hacia Carlos (artesano), fue en referencia a la gestión de Evo Morales.

– ¿Qué piensa la gente de la zona sobre Evo?
– Comete errores –me respondió entre timidez y entusiasmo– pero él esta haciendo cosas para la gente que no es rica. Claro que en primera medida pareciera que es una respuesta esperable, pero lo sorprendente es que no dijo pobres, porque el antónimo de rico no es pobre para una comunidad como la boliviana. Pobre no es una condición para una sociedad que resiste la discriminación, el silenciamiento, la colonización y el ocultamiento y en ese sentido Morales viene a ser la voz de los acallados y de los ocultados por el neoliberalismo; no son pobres porque su riqueza va más allá de lo material, su riqueza es humana, mística, basada en la luz que le da a toda la comunidad boliviana la posibilidad de usar, como «legal» cualquiera de los 36 idiomas que hablan en las tierras bolivianas las diferentes comunidades originarias que la habitan.
Claro que mi recorrido no ha representado sino como mucho una cuarta parte del país, pero siento que lo vivido es representativo de la mayoría de los que entre diferencias y similitudes se sienten realmente bolivianos.

A diferencia de lo que uno espera o piensa sobre estas tierras hermanas, donde la sangre del pueblo ha sido el riego del maíz y la coca, Bolivia muestra las ventanas de lo que América Latina en su conjunto fue y dejó de ser, para muchos seguro es un país retrasado, para otros es un país con raíces fuertes, casi indestructibles. Por las calles, incluso por las de La Paz, incluso por las superpobladas calles del Alto (el barrio más pobre de La Paz) al levantar la vista se sigue observando a los cerros, se vislumbra la luz del sol chocando contra el pavimento, se observa la bandera flameando firmemente, con sus tres brillantes colores en la Casa de Gobierno, justo enfrente de la plaza Murillo, donde los colores de las banderas de América Latina decoran su lateral, y su diagonal la wiphala (bandera representante de las comunidades originarias) complementa un proyecto político y una ambición social de integración, compresión, y cooperativismo; donde el ocultamiento y el racismo no tienen cabida.

No queda duda de que ésta es la conjunción de las sensaciones de un joven inquieto y tampoco se puede
esperar conocer un país tan amplio y diverso en un par de días, pero sí nos abre el camino para comprender,
o al menos intentarlo, la realidad de esa aridez vecina, y por qué no, también nos ayude a comenzar a entablar una mejor relación con los hermanos bolivianos que viven allá o acá en la Argentina, para comprender sus costumbres y respetarlas; para saber que lo que vemos no son sapos de otro pozo, son personas que resistieron los avatares de la modernidad y le ganaron, también hoy con fuerza y entusiasmo, podría decirse hasta carnavalesco, al avasallamiento de la pos modernidad.

Ellos usan celulares y computadoras, pero eso no los hace cambiar su forma de vivir, de vestir, de alimentarse, de pensar. Cuando ante el avance de los racistas del este boliviano, durante las luchas por el agua, durante la gestión mafiosa del ex presidente Carlos Mesa Gisbert, veíamos a la mayoría del pueblo resistir esos acontecimientos, no podíamos comprender de dónde nacía tanta fuerza, pero en estos días, entre cerros, carnavales y miles de personas caminando por esas calles andinas entre aridez y el frío del clima seco, pude ver en su actitud, en su mirada las respuestas a mis preguntas, porque ellos como si la comunidad fuera un dios ateo, mantienen firmes sus costumbres y se unen sin quererlo en ellas, sacando lo mejor de cada uno; por eso no es casual que Bolivia sea el único país de Suramérica que tuvo una revolución social en 1952, tampoco es casual que haya sido el lugar elegido por el Che para llevar adelante el cambio social iniciado en Cuba al resto de América Latina.

Pero tampoco es casual que hoy Bolivia sea gobernada por personas que piensan en integración e igualdad social, porque da la impresión que el que manda en Bolivia es la comunidad, aunque sea tímidamente y a tropezones, porque nos queda esa sensación de que pasan democracias, dictaduras y revoluciones, pero siempre queda el pueblo boliviano. Por todo eso hoy Bolivia reafirma su Estado como «un estado social de derecho plurinacional comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomía»2.Bolivia es, y quizás sea sólo mi opinión, la tierra de la experiencia, no solo de su sociedad en su conjunto,sino también de aquellos que seguimos pensando que un mundo mejor es posible.

* Estudiante de sociología, escritor, ensayista, miembro del Consejo de Redacción de Tesis 11

Notas

1 Nueva constitución política del estado, preámbulo, 2009
2 Nueva constitución política del estado, Primera Parte, aritulo 1 pp 5 2009

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