América Latina, cambio de época y movimientos sociales.

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(dossier América Latina: artículo 5  de 7)

Adrián Berardi* 

Los años noventa consolidaron el neoliberalismo, como razón del mundo pos moderno, pero la mentira del discurso del desarrollo duro poco, y los sectores populares explotaron ante la destrucción indiscriminada de la sociedad; el efecto fue la configuración de los denominados Movimientos Sociales, que se constituyeron como nuevo actor político y artífices de los cambios en este continente.  

“Los fantasmas de todas las revoluciones estranguladas o traicionadas a lo largo de la torturada historia se asoman en las nuevas experiencias”
Eduardo Galeano

“Lo político se convierte entonces en la voluntad de inventiva del todo social en acción, de la gama de iniciativas de la gente liberada de los diagramas de dominación”
Raúl Prada

 Es indudable que la emergencia de los nuevos movimientos sociales, a la luz de los acontecimientos políticos actuales, marcan no sólo un cambio en la construcción de la historia sino que son parte fundante de un nuevo actor político, que se enmarca a partir de la construcción de un espacio socio político donde la diferencia es factor de unidad y que ejercen sobre los gobiernos cierta presión político – social y económica que condiciona o controla el desempeño de los gobernantes.

Los nuevos movimientos sociales son fuente de poder popular, y pueden constituirse en actores políticos de importancias para los distintos gobiernos continentales, por esto los distintos partidos políticos de gobierno consideran de importancia establecer alianzas con ellos. En este sentido, el apoyo que pueden brindar los movimientos a los gobernantes actuales es de gran importancia para llevar adelante los distintos cambios planteados en los programas de los gobiernos progresistas, pero también los es su capacidad de autonomía e independencia crítica. Al mismo tiempo, la acción directa de los movimientos sociales y su capacidad de funcionar a pesar de la heterogeneidad de su organización y la búsqueda de objetivos que benefician a toda la sociedad, es un punto en el que se apoya la construcción de este actor contrahegemónico. 

Si indagamos en la historia nos encontramos con que los nuevos movimientos sociales comienzan a configurarse “cuando la acción colectiva empieza a desbordar los lugares estables de la política […], se mueven a través de la sociedad buscando solidaridades y aliados en torno a un cuestionamiento sobre los criterios y las formas de distribución de la riqueza social o de los principios de organización de la misma sociedad, estado y gobierno” [1]; los movimientos sociales “tienen por lo tanto importantes desafíos en la defensa, la recuperación y la socialización de los saberes construidos en la resistencia; como parte de una batalla contrahegemónica en la creación de un mundo nuevo”[2]. Es decir que estos movimientos surgen en espacios donde el Estado ha estado ausente, cumplen un papel abandonado por ciertos gobiernos y se producen y reproducen en el momento en que la necesidad de una nueva forma de vida más justa, igualitaria y solidaria, se hace presente en lo cotidiano. 

La autonomía relativa que mantienen en la actualidad los movimientos sociales parece ser determinante para el desarrollo de la fuerza política que emerge de su interior, en tanto el movimiento social en su conjunto es la expresión opuesta al régimen liberal, y de ahí que el principio de desmovilización de los movimientos sea el punto de partida de un orden institucional que intenta imponerse cuando se pretende sostener ese régimen. Es decir, sin duda los movimientos sociales constituyen un importante pie de apoyo de los nuevos gobiernos caracterizados como progresistas en Latinoamérica, pero también son el elemento de principal oposición cuando los gobiernos intentan esencialmente mantener el orden neoliberal, entonces “el poder de los movimientos se pone de manifiesto cuando los ciudadanos corrientes unen sus fuerzas para enfrentarse a las elites, a las autoridades y a su antagonismo social”[3]

Por eso cuando nos referimos a los movimientos sociales es preciso comprender que estos no son sólo expresiones de intereses sectoriales, como puede ser una organización sindical o política, los movimientos son actores políticos que entran en la dinámica de la política no institucionalizada y constituyen un elemento determinante de la acción de masas en este principio de siglo. Además, los nuevos movimientos sociales de este siglo surgen como la expresión de lucha y resistencia contra el modelo neolibreral impuesto desde la década del ´70, y su lucha no va en búsqueda de una posición solo reformista, sino que su exploración se centra en un cambio socio – político y económico de magnitudes revolucionarias. 

Es por esto que los movimientos sociales emergentes en las últimas décadas, no son solo la expresión de la destrucción de los lazos políticos y sociales que sufrió América Latina, son también el foco de un nuevo despertar político donde la acción directa y la manifestación de masas son el elemento fundante de su accionar. Se podría plantear que estos nuevos movimientos diseñan no sólo nuevas formas de acción sino también una reafirmación de valores colectivos que emergen de la misma organización y a partir de esto la identidad colectiva emergente surge como un elemento que permite la construcción de saberes y conocimientos comunes que terminan siendo determinantes en el momento de la acción. 

Estos movimientos que nacen del descuido del Estado y de la miseria producida por el modelo neoliberal, e intentan desprenderse de “las bases eurocentradas del conocimiento y de pensar haciendo conocimientos que iluminen las zonas oscuras y los silencios producidos por una forma de saber y conocer cuyo horizonte de vida fue construyéndose en la imperialidad”[4] y esto es un punto de ruptura en la forma de pensar los nuevos sujetos de la acción política. 

Ahora bien, insistimos en que los movimientos son un foco de fuerza social latente, porque su acción o repertorio de acción no es limitado, como tampoco lo son sus demandas. En la actualidad, el movimiento indígena y campesino se conforma como la principal fuerza social en defensa de la naturaleza y de la vida dentro de esta, es la oposición tenaz al desmonte, la minería a cielo abierto, el sistema agropecuario extractivo y contaminante con uso de herbicidas; entonces la visibilización de los campesinos e indígenas y su conformación en tanto movimiento social territorializado, también es un punto de confrontación con los actuales gobiernos que proponen llevar adelante un plan económico que tiene como base una política extractiva y contaminante que destruye el medio ambiente y expulsa diariamente a familias enteras de sus territorios. Como afirma Raúl Zibechi: “Desde sus territorios los nuevos actores enarbolan proyectos de largo aliento, entre los que se destaca la capacidad de producir y reproducir la vida”[5]

Es decir que los movimientos sociales se constituyen como los actores políticos que ponen en cuestión el orden de cosas vigentes, pero también su accionar sobrepasa lo sectorial y se convierte en reproductor de luchas por cambios sociales que son colectivos. Como afirma Luis Tapia, estos movimientos “constituyen una alteridad al sistema mismo, pero también a las relaciones sociales existentes cuando la diferencia genera desigualdad y la acción de estos nuevos sujetos se convierte en conflictiva y querellante”[6]

En la actualidad Latinoamericana, los movimientos sociales son defensores de la democracia en todas sus expresiones, ya sea la democracia directa en el interior de sus organizaciones, con la participación de todos sus miembros y manteniendo un régimen de asamblea como determinante en la toma decisiones; o las elecciones democráticas que permiten la elección de sus gobernantes. Los movimientos sociales de izquierda (o si se quiere progresistas) fueron los grandes participantes de las elecciones políticas, ellos participan directamente en la defensa de su candidato, en muchos casos como el de Bolivia. La elección de Evo Morales como presidente no hubiera tenido asidero si no hubiera sido por el movimiento social en su conjunto y por los sindicatos que agrupan a los cocaleros; sin embargo su política es cuestionada por estos y otros movimientos en la medida de que las decisiones tomadas respecto a la política minera y agrícola se perciban como contradictorias con las promesas establecidas en su campaña electoral.

Otro ejemplo de importancia, y muy contradictorio, es el de Ecuador. En este caso, Rafael Correa logró el triunfo en las elecciones presidenciales de 2007 con un fuerte apoyo de los sectores populares y los movimientos sociales opositores al ex presidente Lino Gutiérrez; sin embargo el principal movimiento social existente en ese país es la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), quien apoyó a Gutiérrez, pero la falta de compromiso de este con sus propias promesas electorales llevó a debilitar a la organización, que sin embargo en la actualidad es aun uno de los sectores de mayor oposición dentro de las líneas progresistas del movimiento social. El caso de Brasil sigue una línea de gran similitud, el Movimiento de Trabajadores sin Tierra (MST) en el ámbito rural y el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) en el espacio urbano, fueron el mayor apoyo que obtuvo el presidente Luis Ignacio Lula Da Silva desde los movimientos sociales, pero estos movimientos han mantenido una posición independiente, de apoyo a ciertas medidas y de cuestionamiento  respecto de otras.  

Sin duda estos son casos paradigmáticos, pero también en la Argentina el movimiento social ha tenido gran importancia, el levantamiento popular de 2001 sumado a un sin número de organizaciones que se fueron constituyendo durante la destructiva década del ´90, han dado como resultado un abanico enorme de organizaciones sociales, que debieron resistir las políticas represivas del gobierno del Dr. Eduardo Dualde. Una vez que Néstor Kirchner estuvo a cargo de la presidencia nacional en 2003, conformó un gobierno que tenía como principales aliados a los movimientos sociales ligados a la nueva política gubernamental. Esta alianza entre los movimientos sociales ligados principalmente a los sectores populares urbanos, estuvo favorecida por la creación de planes sociales que beneficiaban a estos grupos; de esta manera, el sector quedó dividido entre aquellos organizaciones opositores al gobierno, algunos de apoyo crítico y otros con un apoyo incondicional. Esta situación termina por conformar un desarrollo contradictorio hacia el interior del movimiento en su conjunto, constituyendo uno de los peligros que los movimientos sociales deben enfrentar a fin de evitar caer en un estadio de fragmentación que constituiría el principal foco de debilidad política; esta es claramente una realidad que afecta a todos los movimientos sociales de Latinoamérica. 

En otros casos como los de Colombia y Chile, los movimientos sociales son víctimas de políticas represivas de gobiernos que se encuentran o aliados con EE.UU. o por demás condicionados por sus políticas imperialistas. En el caso particular de Paraguay, el movimiento campesino e indígena cumplió un rol de importancia en el triunfo electoral de Fernando Lugo como presidente, sin embargo la elite local y la presión ejercida por el establishment terminó por condicionar el gobierno progresista de Lugo, y en la actualidad el apoyo del movimiento al gobierno es un tanto débil debido a que éste no puede concretar muchas de las medidas promovidas por los sectores populares. 

En Venezuela, la situación es aun más particular. Las continuas amenazas del gobierno norteamericano sobre el territorio venezolano llevó a que el presidente Hugo Chávez implementara un sin número de políticas que se pueden considerar revolucionarias, al mismo tiempo que luego del golpe de estado propiciado por las elites venezolanas con apoyo de Washington durante 2002, llevó a que los sectores populares se politicen como en ningún país latinoamericano, y si bien un amplio sector del movimiento social forma parte del Partido Socialista Único de Venezuela, otro gran número mantiene una autonomía de gran envergadura respecto al partido de gobierno, y sin embargo son hartos defensores de la democracia y de la profundización de los cambios en la gestión  de Chávez. 

A partir de estos pocos ejemplos, podemos comprender que el movimiento social está constituido por un devenir histórico, su mayor eficacia se da en el trabajo sobre las bases y si bien apoyan a distintos gobiernos siguen siendo ellos los grandes determinantes del movimiento de masas actual. Al mismo tiempo, el nuevo resurgimiento de partidos políticos de orden institucional está llevando a los movimientos a nuevos desafíos, en tanto una alianza con la institucionalidad les permite la construcción de un puente para el cumplimiento de sus demandas, pero al mismo tiempo limita su accionar autónomo y condiciona su futuro en caso de que su apoyo a los partidos o gobernantes constituyan un error o una equivocación. 

Pero es necesario comprender que en la inmensidad de América Latina, existe un sin número de pequeñas organizaciones sociales que se suman al gran movimiento social latinoamericano, pero no lo hacen de una manera institucionalizada y tampoco pretenden llegar a una institucionalidad formalizada con relaciones directas con los estados nacionales; a estos pequeños movimientos los podemos denominar “movimientos sociales fronterizos”, en tanto actúan bajo la misma lógica de los grandes movimientos sociales, pero lo hacen por afuera del Estado, mantienen una actitud política altamente autónoma, con gran horizontalidad en su interior, practicando una forma genérica de la lucha social. 

Estos movimientos fronterizos, fuertemente territorializados, bajo una lógica solidaria común y con una referencia comunitaria de gran valor, cargan en sus pequeños hombros grandes proyectos, como la educación popular, la comunicación alternativa, el trabajo comunitario en zonas de emergencia, el cooperativismo y nuevas formas de vida que recupera lo endógeno del lugar que dio origen al movimiento. La gran cualidad de estos movimientos fronterizos es su carácter netamente autónomo, su independencia y su capacidad de ser difícilmente coóptales, en tanto sus reclamos e iniciativas no son negociables, ellos actúan al costado del Estado, pueden colaborar o no con diferentes medidas del gobierno, pero son grandes defensores de los cambios revolucionarios –y no sólo reformistas- manteniéndose como bandera de lucha y resistencia de todos los pequeños colectivos que pretenden romper la hegemonía de los grandes movimientos sociales, que participan más frecuentemente de la institucionalidad estatal y mantienen una relación directa con los partidos políticos gobernantes. 

Es decir que cuando hablamos de movimiento social, no podemos ni debemos limitarnos a los grandes actores, más allá de que bajo la teoría podamos encontrar características comunes. El devenir histórico y el cambio social necesario determina el accionar del movimiento -que como tal es dinámico, heterogéneo y en algunos casos contradictorio- y que en rigor de las políticas llevadas adelante por los diferentes gobiernos, este gran movimiento puede fragmentarse o unirse bajo un modo de resistencia y de lucha común. El movimiento social tiene vida desde el momento en que una demanda general innegociable se hizo presente, más allá de sus avances y retrocesos. No obstante, los movimientos no dejan de ser limitados cuando existen contradicciones y fracturas en torno al posicionamiento frente a los distintos gobiernos, a pesar de que algunos de ellos tienen una dinámica de gran envergadura e imponen a fuerza de movilización nuevas discusiones en los organismos del Estado. 

Otra característica que permite comprender la dinámica del movimiento social, mas allá de su cercanía o no a los gobiernos progresistas Latinoamericanos, su dimensión o fuerza, está determinada por su localía; como lo indicamos anteriormente, hoy los movimientos se encuentran fuertemente territorializados, esto permite comprender la diferenciación entre un movimiento urbano y un movimiento social, sobre todo en su “lenguaje de valorización”[7] del espacio que ocupa; la lucha por la territorialidad indígena o campesina contra la territorialidad capitalista no es la misma que la lucha de la territorialidad de obrero urbano, y aunque muchas veces son lugares de unión, otras son puntos de dispersión dentro del movimiento. No obstante, el movimiento en su conjunto mantiene casi intacta la idea de la diferencia cultural o multiculturalidad, contra la monoculturalidad impuesta por el sistema neoliberal imperialista. 

En este nuevo período político que se abre en América Latina, el nuevo movimiento social en su conjunto –inclusive el movimiento social fronterizo, rural o urbano- es detentador de un nuevo accionar político, al mismo tiempo que constituye un nuevo elemento en la correlación de fuerzas que hasta ahora no había existido. De esta forma, las medidas a tomar por los distintos gobiernos deberán tener en cuenta al movimiento como un espacio político querellante, que no duda en tomar las medidas necesarias para defender la igualdad, la justicia y la solidaridad. 

  • · Adrián Berardi, estudiante de Sociología de la UBA, Miembro del Consejo de Redacción de Tesis 11

[1] Tapia, Luis (2002). “Movimientos sociales, movimiento societal y los no lugares de la política” en AAVV. Democratizaciones plebeyas. La Paz: Muela del diablo.

[2] Claudia Korol (2006)“Caleidoscopio de rebeldías”, Ediciones América Libre,  Buenos Aires

[3] Tarrow, S. (1997), “El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política”, Editorial Alianza, Madrid

[4] Grosfoguel, Ramón y Mignolo Walter (2008) “Intervenciones Descoloniales: una breve introducción” en Tabula Rasa. Bogotá – Colombia, No.9: 29-37, julio-diciembre 2008.

[5] Zibechi, Raúl (2003) “Los movimientos sociales latinoamericanos: tendencias y desafíos” en Revista OSAL – Observatorio Social de América Latina Nº 9, CLACSO, Buenos Aires.

[6] Tapia, Luis (2002) “La condición multisocietal. Multiculturalidad, pluralismo, modernidad”. La Paz: CIDESUMSA/ Muela del diablo. 

[7] J. Martínez Allier (2004) “El ecologismo de los pobres. Conflictos ambientales y lenguajes de valorización” Icaria. Barcelona

2 respuestas a “América Latina, cambio de época y movimientos sociales.”

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  2. Cro. Berardi. Muy bueno el articulo. Me gustaria leer alguna otra nota que profundice sobre la relación Estado ( Nacional, Pcial, Municipal ) y los movimientos sociales fronterizos, fuertemente territorializados. Un abrazo. Miguel de Moreno.

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