A 30 años de la Dictadura

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Horacio Ramos*

Cuando intentaron matar los sueños.

El día tenía casi un olor a mansedumbre, aquel 24 de marzo de 1976. Despuntó como cualquier otro. En el diario “La Ciudad” de Avellaneda habían publicado “Otoñal”, un poema concebido en la ochava más querendona de mi sangre. Para entonces, Roberto, un pibe que tenía una ingenuidad que lastimaba, supuso que los movimientos militares de la madrugada romperían con los eufemismos: “A partir de ahora-se dijo-amigos de un lado y enemigos del otro.” Mucho después, allá por los finales del `79, en su lenta agonía en la mesa de torturas, sádico destino para tanta bondad y tanta alegría, comprobó que los chacales no comen vidrio sino carne humana.

Fuero años de mordaza y terror. La vieja canalla que asomara su hocico en distintos momentos de nuestra historia para convertirla en tragedia, retorno para asolar el paisaje de la patria con su bagaje de represión, hambre y desapariciones. No obstante, la memoria, para todos aquellos que pretendemos rescatarla y desempolvar sus arrugas para mantenerla lozana, siempre habrá de ser un sereno compromiso que, a pesar de “obediencias debidas”, “puntos finales” e “indultos” con los que nos humillaron sin piedad, permitirá suponer que en esta tierra ya no se encontrarán  sitios para iniquidades. La vida persistirá abriéndose paso en su afán de unir las soledades, y derrumbando la niebla que, a veces, se propone obnubilar nuestro horizonte.

*Horacio Ramos, periodista, escritor, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.

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